El hombre y el que parecía su hijo estaban parados enfrente de Saturno devorando a un hijo, de Goya. Por algún motivo me enterneció ver a aquel señor hablando de arte con el niño, explicándole los matices del cuadro, las intenciones del pintor, sus circunstancias y sus ideas, la atmósfera que rodeaba a la pintura. Supongo que por eso me fui acercando poco a poco hasta ellos, aunque resultara entrometido. Igual fue también por intentar aprender algo.- Tal vez sea una pintura demasiado retorcida para un niño. – me comentó el hombre con espontánea complicidad. Complicidad artística, me imagino. Nosotros, amigos del arte, etcétera.- ¿Es su hijo?- Sí.- Entonces tal vez sí que lo sea, sí. Retorcida, y demás.- Pero creo que es bueno que las conozca, que se empape de todos los rincones posibles que hay en el mundo del arte. Opino que no hay que excluir nada, y menos por ser menor. Me privaron de muchas cosas en mi infancia. No quiero repetir el error.- Ya. Oiga. ¿Qué está haciendo el niño?La pregunta se respondía sola, en realidad. El crío mordía a dentelladas nada despreciables el gemelo de su padre, que se encogió de hombros con mucha parsimonia. Tal vez dejándose en manos de lo inevitable, o pensando cómo explicar el próximo cuadro.- Creo que guerra preventiva.Texto: "El hombre de Alabama"