Uno de los mayores temores de la humanidad, en general, es el paso del tiempo. Es de esas pocas cosas irrevocables que nos toca atravesar en esta vida, como la muerte, por ejemplo; aunque, claro, la muerte no nos toca atravesarla durante la vida, salvo que tengamos el poder de la resucitación a nuestro alcance; pero sí es verdad que si a uno lo atraviesan en vida muy probablemente esto acelere la llegada de la parca, que no es poca cosa.
Los seres humanos, y me incluyo, tratamos de todas las formas posibles conocidas evitar tanto la una como la otra cosa, o sea, el paso del tiempo, y la muerte, que al fin y al cabo no es más que la conclusión del procedimiento anterior. La diferencia está, y acá salimos de la generalidad para entrar en la particularidad [agarrando por ruta 3, doblando en Cañuelas, primer cartel a la derecha, pasando puesto de panchos], en cuál de todas estas tácticas, evidentemente ineficaces, decidimos creer y llevarla como bandera hasta darnos cuenta de nuestra inescrutable derrota, si es que alguna vez nos damos cuenta.
Podemos enumerar millones: maquillaje, cirugías estéticas, hablar como pendejo, estar a la ultima moda, saber las últimas noticias; querer pasar a la posteridad haciendo alguna cosa como marcar un record olímpico, sacar un disco, pintar un cuadro, etc; donar órganos, hablar con Dios o cualquier otra deidad todas las noches antes de torrar, tratar de inventar la vacuna contra la vejez, prestarse como proyecto para clonación, construir una pirámide, ir a la fuente de la juventud que está en la isla de las Bahamas que compró David Copperfield, etc.
Una forma muy particular de disimular los años que pasan, a veces por encima de uno, es no perderle el tren a la tecnología y su interacción con lo que se llama la “vida cotidiana”. Dentro de esta inagotable fuente de recursos, están los vinculados al campo de la comunicación. Hemos llegado finalmente al punto de la cuestión que les quería comentar, pero para vuestra desgracia, no al punto final.
Yo traté, con más o menos esfuerzo, de estar siempre al tanto de los nuevos medios de comunicación que fueron surgiendo, en especial los vinculados a la web. Empecé teniendo mail, cuando esto era una rareza e insistíamos en agregarle una “e” y un “-“ a la palabra para diferenciarla del término “correo” como “carta”, cosa que hoy en día no es necesario porque nadie recuerda ya como era eso de agarrar un lápiz o una lapicera. Continué con la utilización de los ya inútiles salones de chat, e implementé a mi vocabulario los términos spanglíshticos “chatear”, “e-mailear”, “attachear”, “banear” y demás. Proseguí con la incorporación de e-mails gratuitos para obtener cuentas en MSN y Yahoo, a fin de usar sus Messenger, hoy aunados bajo la insignia de Windows Live. Me compré cámara web y micrófono para poder avanzar en el método de comunicación, de uno simple y fácil a uno tortuoso y entrecortado. Además, para no perder el tren de la historia, creé mi propio espacio web, subí fotos, comentarios, historia personal, gustos y demás información inútil que a nadie le interesa, para que todos mis conocidos puedan darse el gusto de desconocerme aún más. Así mismo, me hice un fotolog, que después fueron miles, luego un blog, posteriormente un espacio en myspace, otro en msn (hoy windowslive), más tarde cuenta en facebook, hi5, tagged, linked-in, skype, badoo, google, twitter, y todos sus parientes, hasta que ya no hubiera forma alguna de que alguien pueda escapar de mi en la Internet, mucho menos ignorarme.
Así las cosas, hoy en día, puedo decir entonces sin ningún tipo de pruritos ni reservas que… ¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAGGHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡ESTOY HARTO DE TODA ESTA REVERENDA PORQUERÍA!!!!!!
¿De qué me sirvió haber cumplido con todos estos mandatos informáticos que se proclaman como indispensables para la vida social de cualquier individuo corriendo el siglo XXI? NADA. Es más, me sirvió para perder el tiempo de manera rotulante, estruendosa, categórica, y evidentemente irreversible. Por que, aunque Maquiavelo no esté de acuerdo conmigo, si bien el fin de todos estos medios parece ser bueno, no se justifica su uso debido a que los mismos están tan viciados de ridiculeces que el fin en sí uno nunca lo logra, o se distorsiona, o lo termina olvidando.
Si no me creen, fíjense en cómo escribimos hoy en día, qué tenemos para decirnos, nuestros temas de conversación y la profundidad de los mismos… Si hasta hemos vuelto a los jeroglíficos, con tanto iconito, smiley, guiño, dibujito y mil giladas más; miles de años de perfeccionar el lenguaje, pasando por Cervantes hasta Borges, y terminamos casi como empezamos, los faraónicos tiempos de sujetos como Ramsés II o Amenofis III, por no citar las pinturas rupestres en las cavernas…
Y esto siempre y cuando haya algo de qué hablar, que no es lo que generalmente ocurre. Por ello, muchos prefieren optar por la invisibilidad virtual, aunque parezca una obviedad, y se conectan al Messenger u otro medio como “No disponible”, “Ausente”, “Salí a comer” o directamente “No conectado”, incurriendo en la máxima de las contradicciones. Yo me pregunto: ¿si todos nos conectamos como no conectados, de qué tipo de conexión estamos hablando, o mejor dicho, entre quienes? ¿Si todos somos invisibles, de qué forma se supone que nos encontremos, teniendo en cuenta que el tanteo viejo y peludo está prohibido por cuestiones especialmente espaciales (o espacialmente especiales, como gusten)?
Ni hablar de la cantidad de gente que supuestamente “conocemos” por la web. Salvo 2 o 3 casos de enamoramiento virtual consumado, que salen en la tele o en las películas (por lo insólito), o alguna que otra amistad de cuestionable relevancia, la inobjetable mayoría no hacemos más que generar relaciones ficticias con gente que a lo sumo cruzaremos un día en la calle y con mucha suerte reconoceremos, pero muy seguramente no saludaremos para no quedar como psicópatas cyberespaciales.
Cuando me pongo a pensar en toda la cantidad de vida malgastada en esta gigantesca parafernalia que está supuestamente orientada a comunicarnos mejor, y lo único que consigue es que nos entendamos cada vez menos y vivamos más incomunicados que antes, me dan ganas de robar un tanque de combustible para hacer una soberbia fogata con todas estas páginas web, correos electrónicos, libros de visitas, tarjetas y álbumes virtuales, pero no… está todo tan bien orquestado que físicamente no se puede; si no, alguien ya me hubiera ganado de mano. A lo sumo podemos darle un hachazo al monitor, y esperar no electrocutarnos, o bien tirarlo por la ventana como Pomelo, al grito de “rocknnrolnnn’nenn’”. Pero a nadie engañamos, al mes siguiente estamos comprando uno nuevo y volviendo a las mismas mañas.
Eso sí, por lo menos, tenemos que echarle la culpa a alguien de todo esto. Yo planteo como iniciativa la formulación de una demanda global a los creadores de todas estas enviciadoras y estupidizantes maravillas que nos van a hacer envejecer frente a los monitores como zombies tecleadores. Si ganamos, habría que pedirle a la justicia que estos señores nos restituyan de alguna manera el tiempo perdido, ya sea, inventando la dichosa cura contra la vejez, o bien la tan codiciada máquina del tiempo, por ejemplo. O mejor aún, pagarnos a toda la innumerable masa inerme de damnificados esclavizados por esta inmensa bola de caca, unas vacaciones conjuntas en alguna isla paradisíaca de las que hay tantas, así nos conocemos todos de una putísima vez y dejamos de fantasear con amistades y romances inverosímiles que nos llevan a puerto alguno, salvo el de la isla, si es que se diera ciertamente el supuesto como cierto, por supuesto.
¡Es más! Esto me da una idea. Voy a elevar una propuesta haciendo uso de este medio de recalcada inutilidad para juntar “post” en pos de una posterior posible demanda con fines de resarcimiento destinada los responsables de esta vorágine mundial de creciente alpedismo en constante y vertiginoso ascenso.
La propuesta es la siguiente:
ADHIERO FIRME Y FERVOROSAMENTE, CON TOTAL VOLUNTAD (O LO QUE QUEDA DE ELLA) Y LIBERTAD DE PENSAMIENTO (O LO QUE QUEDA DEL MISMO), A LA INICIATIVA GLOBAL DE RESARCIMIENTO TEMPORO-ESPIRITUAL EN ISLA PARADISÍACA A DESIGNAR QUE DEBERÁN GARANTIR A SUS CLIENTO-VÍCTIMAS TODAS LAS PSEUDO-EMPRESAS CHUPASANGRE QUE SE DEDICAN A LA ESCLAVITUD VITALMENTE INDEFINIDA DE LOS SERES HUMANOS A TRAVÉS DEL OFRECIMIENTO DE SERVICIOS RELATIVOS A LA COMUNICACIÓN ENTRE INDIVIDUOS POR MEDIO DE LA RED VIRTUAL, CONVIRTIÉNDOLOS DE TAL FORMA EN UNA SARTA DE PAJEROS Y MOGÓLICAS INCAPACES DE SABER O RECORDAR CÓMO RELACIONARSE ENTRE SÍ FUERA DE LOS MEDIOS QUE ÉSTAS MISMAS SÁDICAMENTE LES PROPORCIONAN.
Los que estén de acuerdo, síganme, que no los voy a defraudar. He dicho.
Sir F