Te cuento todo esto por si eres tan imbécil como lo fui yo. Por si te estás quedando al borde de la piscina cuando podrías tirarte de cabeza, cuando, de hecho, todo tu cuerpo te grita que te tires; pero tú, en vez de extender los brazos sobre la cabeza, te quedas a mitad de camino y te tapas las orejas con las manos. (Pág. 5).
Este verano he regresado a mi adolescencia, a los corrillos del instituto, a la primera decepción amorosa. Este retorno podría ser una tortura, salvo que se haga con Croquetas y wasaps, la última novela de la zaragozana Begoña Oro, una historia tan simpática y actual como sugiere su título. La autora dio el salto a la literatura hace poco más de dos años, cuando ganó el Premio Gran Angular de literatura juvenil con Pomelo y limón (2011), pero su experiencia en el sector viene de lejos, puesto que ha trabajado como editora, escritora de libros de texto y traductora, siempre vinculada al ámbito de la literatura infantil y juvenil. Yo la descubrí con Pomelo y limón, una obra que me fascinó por su capacidad para dar un nuevo giro a un tema tan manido como el amor. Desde entonces me he vuelto una yonqui de todo lo que escribe (incluido su blog). Croquetas y wasaps tiene bastante en común con Pomelo y limón. Si en la primera novela los protagonistas eran dos adolescentes enamorados que tenían prohibido verse porque la prensa los perseguía, esta vez el argumento vuelve a centrarse en el amor, aunque con algunas diferencias: Clara, esa chica tan agradable que hizo de mensajera de Jorge y María en Pomelo y limón, está pillada por Lucas, el guapo-guapísimo de la clase. En ocasiones parece que él también quiere algo con ella, pero después es… un imbécil. Sí, esto es una historia más sobre el amor no correspondido, las falsas esperanzas, el autoengaño, la caída y, por fin, la luz. ¿Quién no se ha sentido nunca así, sobre todo a esta edad? Me gusta que la autora haya elegido este tema porque muchas chicas (y chicos) se identificarán con Clara (y los que superamos esa edad tendremos un déjà vu). Además, la protagonista no es una chica perfecta: tiene carácter, pierde los nervios, se equivoca; me parece una personalidad creíble que rompe con la tendencia de las muchachas tranquilas y correctísimas. Lo mejor: el optimismo del mensaje final (qué bonito, qué bonito, qué bonito).
Begoña Oro.