La decoración es bastante singular, formada por multitud de molinillos de café que cuelgan de sus paredes, sus mesas de madera y sus cómodos sofás para sentarse a tomar un café tranquilamente, así como su curiosa chimenea de cerámica (habitual es las casas de pueblo húngaras, e incluso en algunas de ciudad). Además también elaboran varios tipos de tarta. Una de mis favoritas es la tarta de zanahoria, deliciosa. Cuando he ido la verdad es que había poca variedad de tartas, pero poco importa eso cuando todas están buenísimas. También hay tés, chocolate caliente, limonada o batidos. Los precios son algo caros, pero la calidad hace que merezca la pena.
Sus cafés proceden de Centroamérica, Sudamérica, África y Asia. Los granos pueden comprarse también a granel, te lo tuestan allí mismo (puedes elegir cómo lo quieres de tostado: vienés (suave), francés (intermedio) o italiano (el más fuerte) y te lo llevas a casa para preparártelo allí (si es que tienes molinillo). Pueden incluso encargarse desde su página web.