Una vez que dejamos el coche vamos andando, plano en mano, hasta que llegamos a Hohestrasse; esta debe de ser la calle más comercial de Colonia, porque es peatonal y tiene un montón de tiendas de ropa, de zapatos, de discos, e incluso una tienda de Lego en la que hasta venden las piezas a granel.
La entrada a la catedral es gratuita, y sólo hay que pagar 1 euro si quieres coger uno de los folletos que hay junto a la puerta; están en diferentes idiomas, incluido el español. Damos una vuelta por la catedral y vemos las maravillosas vidrieras, las capillas, los mosaicos del suelo, el sepulcro de los Reyes Magos... Pero lo que realmente nos interesa es la subida a la Südturm (torre Sur), desde la que nos han dicho que hay unas vistas espectaculares de toda la ciudad.
Luego toca bajar, y en la tienda de la torre aprovechamos para echar un ojo a las cosillas que tienen, que si no hay veces que lo de comprar regalitos lo dejas para el último momento y es un estrés. El señor que nos atiende nos habla en inglés, y en cuanto se da cuenta de que somos españoles, se dirige a nosotros en un español impecable. Qué envidia, no me importaría hablar alemán así...
Después de asomarnos a la estación de trenes, rodear la catedral andando y echar un ojillo por la plaza, paramos para enchufarnos un bocata en las escaleras que hay junto a la réplica de los rosetones que rematan las torres. Es una escultura a tamaño natural, y mide nada menos que 9'40 metros. Impresionante... Luego echamos un ojo a la oficina de turismo, que también tiene tienda de recuerdos, y a varias tiendas más que hay por allí cerca. Se nota que Colonia recibe muchísimos turistas habitualmente, porque hay tiendas así por todas partes.
Como son las 3 y algo de la tarde y hemos visto en el mapa que para volver a Maguncia nos pilla de paso una pequeña ciudad que se llama Remagen, decidimos parar allí para visitar el Friedensmuseum Brücke von Remagen (Museo de la Paz Puente de Remagen).
Después de la visita al museo que, inevitablemente, no nos lleva más de media hora, volvemos de nuevo hacia Maguncia. Creo recordar que este es el día que cenamos en La perla, el restaurante que tenemos justo debajo de casa. El dueño es italiano pero habla cualquier idioma que se le ponga por delante, así que esta vez no tenemos problemas para entendernos. Tras una cena bastante abundante y nada cara, nos vamos a dormir. Mañana nos espera un día completo en Heidelberg.