Cuadernos germánicos (XIV): catedral de Colonia

Por Esperanza Redondo Morales @esperedondo
La catedral de Colonia (Kölner Dom en alemán) es el principal reclamo turístico de la ciudad: recibe nada menos que unos 6 millones de visitantes cada año. Y por supuesto nosotros le hacemos un hueco en nuestra agenda el día que vamos a Colonia; dejamos el coche en un aparcamiento público que localizamos en la zona sur de la ciudad, y desde allí vamos caminando. Ya hemos atisbado las torres de la catedral al llegar, cuando hemos cruzado el puente Hohenzollern sobre el Rin, y sólo con eso no puedo evitar emocionarme. Con las ganas que tengo, desde hace años, de conocer por fin esta catedral, casi no me puedo creer que este vaya a ser el día.
Desde el aparcamiento echamos a andar en dirección al centro, como indican las señales. Es un paseo de lo más agradable y al tiempo que callejeamos vamos viendo todo tipo de edificios, parando a hacer fotos, incluso desviándonos porque hay una calle en obras... Llega un punto en el que tomamos Hohestrasse, que resulta ser la zona más comercial de Colonia. Y al final de esta calle desembocamos en una plaza en la que ya sí, por fin, nos topamos con la catedral en toda su magnificencia. Es increíble lo pequeño que te sientes cuando estás frente a ella...

El antecedente de la actual catedral es una iglesia anterior, consagrada a finales del siglo IX y a la que tres siglos después se llevaron las reliquias de los Reyes Magos; a partir de ese momento, Colonia se convirtió en centro de peregrinaje y, con el tiempo, se vio la necesidad de construir una catedral propia para la ciudad. Las obras comenzaron en 1248 y la catedral se consagró en 1322, aunque los trabajos se pararon por falta de financiación y no fue hasta 1842 cuando se reanudaron; y finalmente en 1880 se colocó la última piedra. Durante la Segunda Guerra Mundial salió casi ilesa de los bombardeos, excepto sus vidrieras que tuvieron que ser reconstruidas; y en 1996 fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Hasta la construcción de la torre Eiffel de París, era el edificio más alto del mundo con sus 157 metros; y hoy en día es el más alto de la ciudad, ya que está expresamente prohibido que se construya nada que lo supere en altura. Como curiosidad, si por un casual llegas a Colonia en tren, la catedral será lo primero que veas de la ciudad, ya que la estación central de trenes está justo a su lado.
Merece la pena darse una vuelta para verla primero por fuera. Al rodearla vamos parando en sus portadas, que están abiertas en las fachadas norte, sur y oeste. En la fachada norte destacan sus puertas de bronce, realizadas a mediados del siglo XX; en la fachada sur hay varias esculturas románicas; y por último, en la fachada oeste, existen tres portadas en las que figuran las esculturas de los principales santos de la catedral, así como las de los tres Reyes Magos y la de la Virgen María. Pero aunque el exterior es simplemente espectacular y no nos cansamos de admirarlo, no debemos limitarnos a observar la catedral únicamente por fuera; por supuesto tenemos que verla también por dentro.
Nada más acceder al interior, nos quedamos maravillados por la grandeza del recinto, y no hacemos más que estirar el cuello porque nos parece que no vamos a ser capaces de abarcar toda la altura con los ojos. El acceso es gratuito, aunque si tienes tiempo y te apetece, para sacarle el máximo partido a la visita puedes hacer cualquiera de los recorridos guiados que se ofrecen, tanto en alemán como en inglés; si no, siempre puedes comprar un folleto explicativo de los que hay en un expositor a la entrada, que sí está disponible en varios idiomas incluido el español. Si finalmente decides recorrer la catedral por tu cuenta, como hacemos nosotros, este folleto resulta de lo más ilustrativo, ya que incluye una imagen con la planta del edificio y además tiene marcados los elementos más importantes. En nuestro caso, lo que hacemos es ir rodeando todo el interior desde nuestra izquierda, para acabar llegando de nuevo a la entrada; y nos vamos parando cada dos por tres, incluyendo también por supuesto paradas en los lugares que indica el folleto:
  • Vidrieras de la nave septentrional: son cinco, donadas a la catedral entre 1507 y 1509, y muestran diversas escenas de la Virgen María, varios santos y los Reyes Magos.
  • Capilla de la Cruz: en ella destaca el crucifijo de Gero, donado por el arzobispo del mismo nombre y tallado en madera de roble.
  • Girola: tiene una serie de capillas consagradas a diversos personajes, tanto santos como personalidades religiosas, además de a la Virgen María.
  • Relicario de los tres Reyes Magos: es un cofre de oro macizo, plata e incrustaciones de piedras preciosas y marfil; está detrás del altar mayor, data de 1190-1225, y sus imágenes están dedicadas a toda la historia de la salvación, desde el Antiguo Testamento hasta el apocalipsis. En su interior se guardan los cráneos de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Después de recorrer el interior, decidimos que nada mejor que subir los 509 peldaños de la torre Sur para ver la ciudad desde otro punto de vista. La entrada a la torre está en el exterior, en uno de los laterales de la catedral, y para subir a ella sí hay que pagar pero desde luego merece la pena. El primer tramo es una escalera de caracol un poco estrecha, así que como siempre lo mejor es intentar subir temprano porque todo el mundo sube y baja por el mismo sitio (aunque tienen preferencia los que suben). Si necesitas una excusa para tomar un respiro, lo tienes más o menos a mitad de camino en la campana de Pedro, la mayor del mundo en funcionamiento; aunque no te olvides taparte los oídos si estás pasando por allí justo cuando suenen las campanadas, porque hasta te retumba el cuerpo.
El último tramo se me hace algo más complicado, ya que entre el cansancio acumulado y que para remate los escalones son metálicos de rejilla, y a través de ellos se ve lo que hay debajo, me entra un poco de agobio. Pero desde luego, ni que decir tiene que cuando contemplo las vistas de toda la ciudad desde lo más alto, en el mirador que hay a unos 100 metros, no puedo más que pensar que sin duda ha merecido la pena hacer ese esfuerzo. Si tenéis ocasión de ir a Colonia, no dejéis de visitar su catedral; o incluso si ya la conocéis, que tampoco está de más repetir visita. Y desde luego, yo añadiría que si por la razón que sea sólo disponéis de unas horas y no os queda más remedio que elegir sólo uno o dos lugares para visitar, que uno de los que elijáis sea la catedral. No os arrepentiréis.