Cuadernos hispánicos (XVI): Teruel

Por Esperanza Redondo Morales @esperedondo

Degustando un té moruno en la jaima del barrio musulmán

Hace ya unos cuantos años que conocí Teruel, y desde entonces he tenido ocasión de ir por allí unas cuantas veces más; aunque ninguna como la primera, ya que mi estreno turolense fue en plenas Bodas de Isabel de Segura, un evento que organizan cada año y que creo que merece la pena conocer. Siempre recuerdo que esta primera vez llegué a la ciudad en autobús, y cuando el conductor nos anunció que ya estábamos a punto de llegar a la estación, empecé a ver que por todas partes había antorchas, pendones con escudos, tenderetes artesanos, gente por la calle paseando vestida (que no disfrazada) con ropa medieval... Claro, me sentí en mi salsa; de hecho, en esa ocasión incluso me prestaron un traje medieval para que me integrara en el ambiente, porque yo aún no tenía uno propio.

En la escalinata

Después de aquella vez he visitado Teruel unas cuantas veces más, así que creo que puedo contar algunas cosas sobre esta ciudad, que desde luego existe y que desde luego tiene muchos rincones por descubrir. Además es muy cómoda para recorrerla caminando, porque quitando un par de cosillas que están más a las afueras, todo lo demás se puede ver perfectamente en unos cuantos paseos. Como siempre que he ido me he alojado en la zona del llamado barrio del Ensanche, al ir andando desde allí hacia el centro he pasado en primer lugar por el viaducto, que hasta que se construyó el nuevo era el punto principal de acceso a la ciudad; el viaducto nuevo termina en una glorieta junto a la plaza del Óvalo, un lugar de recreo con zonas verdes que acaba desembocando en la escalinata, construida en estilo neomudéjar para salvar la altura que separa el centro de la ciudad con la estación de trenes. En su tramo más alto hay dos torreones de ladrillo y cerámica, a imitación del mudéjar.

Torre del Salvador

Si dejamos a nuestras espaldas la escalinata y seguimos caminando hacia el centro, nos encontraremos con la torre del Salvador, una de las cuatro mudéjares que se encuentran en la ciudad y desde la cual, si subimos sus 122 escalones, tendremos unas vistas estupendas. Esta torre, además de albergar el campanario de la iglesia del Salvador, era también un puesto de vigía para controlar quién llegaba a Teruel por la puerta de Guadalaviar (que hoy en día no existe).
La calle en la que se encuentra esta torre desemboca en la plaza del Torico, donde confluyen todas las calles principales de Teruel. El torico, cuya escultura está en un pedestal en el centro de la plaza, es uno de los símbolos más queridos por los turolenses. En esta plaza se encuentran además varios edificios bastante conocidos, todos de estilo modernista: Casa Ferrán, Casa la Madrileña, y Casa del Torico. No muy lejos de la plaza nos encontramos la iglesia de San Pedro, Patrimonio de la Humanidad y uno de los ejemplos más representativos del arte mudéjar de Teruel. En este caso, siempre recomiendo hacer la visita guiada porque la chica que enseña la iglesia hace el recorrido muy ameno; te lleva por el altar mayor, el claustro, las bóvedas, las vidrieras y la torre (otra de las cuatro mudéjares de la ciudad). En el interior de la iglesia destacan sobre todo sus techos, pintados de azul y con estrellas doradas, que dan la sensación de que realmente estás viendo el cielo bajo las estrellas. Aunque sin duda lo más llamativo de la iglesia es su exterior, con una curiosa mezcla de estilos artísticos, reflejo de la convivencia de las tres culturas que habitaron Teruel.

Escultura del torico

En la misma plaza en la que está la iglesia podemos visitar el mausoleo de los amantes, del que no puedo contar nada porque a pesar de mis múltiples visitas a la ciudad no he llegado a visitarlo; pero en este enlace tenéis toda la información. No muy lejos tenemos la tercera torre mudéjar, la torre de San Martín, que de las cuatro es mi preferida; son en realidad dos torres, una de ellas envolviendo a la otra, y su decoración (entre cuyos motivos se incluye la estrella mudéjar de Teruel) es más compleja que la del resto, ya que en ella se utilizaron arcos entrecruzados, mayor número de apliques cerámicos, y además el color blanco, que anteriormente no se utilizaba. Junto a esta torre hay una parroquia, también de San Martín, que según tengo entendido estaba previsto que un día albergara el museo de la Semana Santa.

Torre de San Martín

Otra cosa muy interesante para ver es el acueducto de los Arcos, construido en el siglo XVII para abastecer de agua a la ciudad; hasta entonces, el agua se almacenaba en los aljibes que había bajo la plaza del Torico. Muy cerca de él está la iglesia de la Merced, otro ejemplo de arquitectura mudéjar aunque su torre no lo sea tanto, ya que se terminó de construir durante el Barroco; y también más o menos cerca se encuentra la catedral de Santa María de Mediavilla, que alberga la cuarta torre mudéjar de la ciudad. Es de origen románico y se convirtió en catedral a finales del siglo XVI; es una maravilla sobre todo su techo artesonado, que cubre toda la nave central con motivos geométricos y vegetales.
En la plaza casi adyacente a la catedral está el palacio del marqués de Tosos, barroco de finales del siglo XVII, que hoy día es el museo provincial. La entrada es gratuita, y en él se puede observar una muestra de restos arqueológicos que ofrecen una visión de los habitantes de la provincia en la antigüedad, desde la Prehistoria hasta la Edad Media. Desde la parte alta del edificio tenemos además una vista general de prácticamente toda la ciudad, con la catedral en primer plano.

Catedral de Santa María

Por supuesto, no puedo más que recomendar la visita a Teruel. En mi caso, a pesar de haber visitado la ciudad en todas las épocas del año, me quedan unos cuantos rincones aún por descubrir, aunque siempre digo que está bien dejarse cosas pendientes para así poder volver. Si todavía no la conocéis, lo que sin duda yo no me perdería es pasar por allí durante el fin de semana en el que se celebran las bodas de Isabel de Segura; es un momento muy especial, aunque si no os gustan las aglomeraciones quizá este evento no sea para vosotros. En cualquier caso, Teruel bien merece una visita; o varias... Y si además podéis aprovechar para hincarles el diente a los suspiros de amante o las trenzas mudéjares, dos de los dulces más típicos, yo ni me lo pensaría.