Cuadernos navideños (III): Santa María del Naranco, Campofrío y Aguilar

Por Esperanza Redondo Morales @esperedondo
Miércoles 31 de diciembre de 2008. El último día del año, decidimos empezarlo acercándonos a Oviedo para dar un paseo por el monte del Naranco. La mañana estaba un poco nublada y nada más llegar a lo más alto del monte, donde está la escultura del Cristo, nos dio la sensación de que se iba a poner a llover en cualquier momento; y efectivamente así fue.
Estuvimos un rato por allí, contemplando las vistas de todo Oviedo desde las alturas, y después decidimos volver a bajar. He estado muchas veces en Asturias y unas cuantas también en el monte del Naranco, pero nunca he tenido la suerte de encontrar abiertas ninguna de las dos iglesias: ni la de San Miguel de Lillo ni la de Santa María del Naranco; al ser día 31 de diciembre pensamos que era una fecha un poco mala como para tener esa suerte, pero aun así hicimos dos altos en el camino para ver las dos.
Mi favorita siempre ha sido, desde la primera vez que la vi en una diapositiva en clase de Historia del Arte, la de San Miguel de Lillo. Esta iglesia prerrománica fue fundada nada menos que en el año 848 por el rey Ramiro I, que la dedicó a San Miguel Arcángel y a Santa María.
En 1985, la iglesia de San Miguel de Lillo fue declarada Patrimonio de la Humanidad y, debido al alto grado de humedad del clima asturiano, en el año 2009 se publicó en el periódico La Nueva España un reportaje en el que se advertía el gran deterioro que estaba sufriendo este monumento. Desgraciadamente, esta preciosa iglesia se encuentra incluida, desde el año 2006, en la Lista roja de patrimonio en peligro, elaborada por la asociación Hispania Nostra.
La siguiente parada en nuestro camino fue a la altura de la segunda iglesia que se encuentra en este monte, la de Santa María del Naranco. Igual que la anterior, también fue declarada Patrimonio de la Humanidad, y también fue mandada construir por Ramiro I; concretamente se construyó no como iglesia, sino como el conjunto palaciego de este monarca, lo que según los historiadores y los expertos explicaría que se haya conservado en mejores condiciones que la de San Miguel de Lillo.
El día no acompañaba demasiado y no apetecía mucho andar paseando, así que nos acercamos a Oviedo para pasar fugazmente por la catedral y por el parque de San Francisco; y por supuesto aprovechamos la ocasión para pasar por una pastelería y degustar unos espectaculares carbayones y casadielles, muy típicas de la zona (carbayón es sinónimo de ovetense). Tras la rápida visita a Oviedo (ya tendremos ocasión de pasear más tranquilamente por la ciudad), decidimos dirigirnos hacia Avilés, que ninguno de los dos conocía. Allí buscamos un sitio donde comer tranquilamente y después estuvimos dando un paseo por el centro de la ciudad, aunque básicamente vimos el ayuntamiento y la iglesia de San Nicolás de Bari.
Por último, rematamos nuestro día volviendo al campamento base por la carretera de la costa, y aprovechamos para hacer un par de paradas en dos playas que queríamos visitar.
La playa de Aguilar está muy cerca de Cudillero, concretamente en la localidad de Muros de Nalón. Tiene unos 600 metros de longitud y una roca muy característica que aparece en prácticamente todas las fotografías. Por supuesto, en un día como hoy y ya empezando a atardecer, la playa estaba completamente vacía, y únicamente vimos a una chica intentando hacer surf, aunque con el aire lo estaba teniendo un poco complicado. Y desde luego ni hace falta decir que el chiringuito playero estaba cerrado a cal y canto.
Separada de Aguilar por la desembocadura del río que lleva el mismo nombre, se encuentra la playa de Campofrío. Esta playa es algo más pequeña que la anterior, y de hecho ni siquiera tiene un tramo de arena, sino que por las escaleras que dan acceso al mar bajas directamente a las rocas.
Después del momento playero, nos dirigimos ya definitivamente a nuestro campamento base; en Casa Bego nos estaba esperando una de las cenas de Nochevieja más espectaculares que hemos tenido ocasión de probar en la vida...
Fotografías: Juan Martínez Jarque