Cuadernos navideños (VIII): Santander

Por Esperanza Redondo Morales @esperedondo
Miércoles 30 de diciembre de 2009. En nuestra visita a tierras cántabras, decidimos que no podía faltar dedicarle un día a Santander, así que desde nuestro campamento base en Viveda nos dirigimos allí por la mañana temprano.
Como siempre, buscamos un sitio donde dejar el coche; al final hubo que meterlo en un aparcamiento privado, cerca del barrio pesquero, porque había bastante gente y no fuimos capaces de encontrar sitio en la calle. Pero al menos nos quedamos tranquilos de que el coche iba a estar "bien atendido" durante todo el rato que estuviéramos por la ciudad. Desde el aparcamiento hicimos todo el trayecto andando hasta el extremo opuesto de la ciudad, donde se encuentra el cabo Mayor; y después hicimos el mismo camino en dirección contraria (este recorrido son unos 10 kilómetros en total).
El primer lugar por el que pasamos fueron los jardines de Pereda, que fueron inaugurados en 1905 en homenaje al escritor cántabro. En las proximidades del parque y los jardines hay una oficina de turismo, a la que aprovechando pasamos para que nos dieran un plano de la ciudad; además, en esta misma zona tenemos uno de los puntos de alquiler de bicicletas de Santander.
Un poco más adelante pasamos por el Museo Marítimo del Cantábrico, que estuvo cerrado durante una buena temporada y fue inaugurado de nuevo en 2003. Es uno de los museos más importantes de España en cuanto a la difusión del patrimonio marítimo del Cantábrico, y sus fondos incluyen las secciones de biología marina y acuarios, etnografía pesquera, historia marítima y tecnología marítima; nosotros no llegamos a entrar, pero si os apetece, el precio de la entrada es tan solo de 6 euros.
Una vez que llegamos al paseo de la Reina Victoria, lo seguimos hasta el final y llegamos a la península de la Magdalena. Es un parque bastante grande, y se encuentra situado en una zona que en la antigüedad era el punto más estratégico de Santander. Antes, esta zona no tenía árboles, pero con Alfonso XIII fue repoblada completamente. La península se puede recorrer siguiendo los caminos que encontramos marcados en ella, y que suman un total de casi 3 kilómetros; si no nos apetece caminar, podemos disfrutar de este recorrido en el tren turístico magdaleno, que además de darnos el paseo nos va contando cosillas sobre el recorrido.
Dentro de la península está también el famoso palacio de la Magdalena, que se construyó a principios del siglo XX, a iniciativa de los habitantes de Santander, par albergar en él a la familia real. Actualmente, el palacio alberga la universidad Menéndez Pelayo, en la que se organizan sus cursos de verano. No lejos de él se encuentran las caballerizas reales, que hoy día se utilizan como residencia para los estudiantes extranjeros de la universidad, y tienen junto a su edificio un pequeño parque infantil. Si dejamos atrás el palacio, llegaremos por otro camino hasta el llamado museo del hombre y la mar, que es un espacio al aire libre en el que se encuentran las tres carabelas, réplicas de las de Cristóbal Colón, que el marinero cántabro Vital Ansar donó a la ciudad. Junto al museo encontramos el mini-zoo, que alberga varias especies de animales marinos, aprovechando la circunstancia de que el agua que recibe viene directamente del mar.
Ya llegando a la playa del Sardinero, en la plaza de Italia, encontramos el Gran Casino, que fue construido e inaugurado en 1916. Es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, junto con el hotel Real. Y ya al final del paseo marítimo, dejando a nuestra izquierda (se ve ligeramente desde el paseo) el estadio del Sardinero, llegamos al otro extremo de la ciudad, concretamente al faro de Cabo Mayor, que fue inaugurado en 1839 y se acondicionó para albergar en la actualidad, en su interior, el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor. Este rincón es un lugar ideal para disfrutar del mar, y desde el punto más alto, donde se encuentra el faro, las vistas merecen la pena.
De nuevo de camino hacia el coche, nos desviamos un poco para pasar por la catedral, que fue construida sobre una antigua abadía y está consagrada a Nuestra Señora de la Asunción; es de estilo gótico aunque ha sido ampliada y reformada posteriormente. Sufrió diversos desperfectos, principalmente a causa del incendio que tuvo lugar en la ciudad en 1941, y se llevó a cabo su reconstrucción entre 1942 y 1953. La catedral consta de dos plantas superpuestas, siendo la inferior la más antigua, y de un claustro con dependencias anejas. En una de las puertas de acceso a ella se encuentra una de las representaciones más antiguas de los emblemas de Castilla y León. Además, sus ventanas están decoradas con vidrieras, aunque éstas son actuales.
Otro lugar que se encuentra cerca de aquí, aunque no pudimos visitarlo porque a pesar de ser la entrada gratuita, hay que concertar la visita con la oficina de turismo, es la biblioteca y casa de Menéndez Pelayo, uno de los edificios más significativos de la arquitectura montañesa, construida en 1876 y de influencia francesa; el interior, decorado prácticamente igual que en la época en la que Menéndez Pelayo vivía, tiene diversas estancias que incluyen desde el despacho de don Marcelino hasta la sala de lectura y el depósito de libros, así como el comedor, la sala de estar y la cama en la que murió.
Por supuesto, ni que decir tiene que las playas de Santander, desde el museo Marítimo del Cantábrico, hasta el faro de Cabo Mayor, son numerosísimas; algunas de ellas, además, están incluidas entre las más limpias de España. Yendo desde un extremo a otro del paseo marítimo, las playas que encontraremos son: la de los Peligros, la de la Magdalena, la de los Bikinis, la del Camello, la de la Concha, las del Sardinero, la de los Molinucos y la de Mataleñas.
Y con esto terminó nuestra visita a Santander. Al día siguiente nos esperaban Castro Urdiales y Laredo...
Fotografías: Juan Martínez Jarque.