¿Cual es el verdadero Rubalcaba, el que se muestra cauto y pausado, controlando las formas y las palabras ante las cámaras, o el que miente al cualpar a Internet, símbolo mundial de la libertad, de ser la responsable del terrorismo internacional?
Somos muchos los que sospechamos que el verdadero rostro de Rubalcaba es el que oculta y solo sale a la luz cuando se descuida: el del hombre que ha gestionado las cloacas del Estado en los dos periodos más turbulentos y dramáticos de la España dels postfranquismom en la etapa de Felipe González, cuando la corrupción inundó al país de inmundicia y cuando el Estado practicaba el terrorismo, y en la etapa de Zapatero, cuando el engaño, la mentira y la corrupción fueron elevados hasta la cúspide del poder.
Una de las incognitas más apasionantes de la España del presente es descubrir si Rubalcaba es un demócrata capaz de gestionar una democracia o un policía autoritario, travestido de demócrata.
Sus cuidadas formas ante las cámaras le presentan como un tipo tolerante y capaz de encabezar un gobierno más o menos democrático y de convivir con el debate libre y la disidencia, pero otros rasgos de su personalidad le señalan como un veerdadero peligro para el sistema de libertades ciudadanas.
Arremeter contra Internet, patria y refugio del conocimiento, la ciudadanía y de la libertad, ha sido un error garrafal y catastrófico que le inhabilita como dirigente democrático y que le sitúa en las antípodas de la libertad. Afirman los psicólogos que los autoritarios siempre odian lo que no controlan, razón que explica por qué algunos tienden a odiar a Internet.
Acusar a la red de ser la madre del terrorismo internacional es, además, una mentira cargada de sectarismo, ya que la verdadera madre del terrorismo internacional fueron las internacionales socialista, comunista y anarquista, alumbradas y alimentadas por la ziquierda mudial durante el turbulento siglo XIX y buena parte del XX.
Rubalcaba parece haber olvidado algo que no le conviene reconocer: que el terrorismo internacional más eficaz, implacable y sanguinario, fue montado, organizado y protegido por el "socialismo real", con sede en Moscú, durante los casi 70 saños que el totalitarismo rojo se mantuvo en el poder, hasta que el Muro de Berlín cayó, librando al mundo de una de las más espeluznantes tiranías de la Historia.
De cualquier modo, si nos atenemos a las costumbres y tradiciones del liderazgo mundial, muy desesperado debe estar el socialismo español cuando se atree a proponer como líder a uno de los amos de las cloacas, señores de lo oscuro, personajes que, según afirmaba el gran Charles De Gaulle, deben existir porque son necesarios, pero sin que el pueblo jamás les vea el rostro.
Sólo la conjunción de tres factores terribles hace posible que un personaje como Rubalcaba pueda aspirar a la presidencia del gobierno de un país como España, que se autodefine como democrático y que es miembro de la Unión Europea: la baja calidad de la democracia española, la pésima cultura democrática de la sociedad y el envilecimiento de la vida política y de las clases dirigentes. La posible implicación de Rubalcaba en asuntor tan turbios como los GAL y el más reciente caso Faisán son materia suficiente para que el personaje sea mantenido en dentro del armario, envuelto en alcanfor.