Ya están a 21 de diciembre de2012 en Australia, China, India, Rusia, Turquía, y por el momento nada de nada, como era de esperar, a nosotros nos queda media hora, minuto arriba, minuto abajo; aunque se supone que el momento a partir del cual hay que contar será cuando el nuevo día alcance México; entonces yo estaré durmiendo felizmente, porque, pase lo que pase, me va a pillar, no en la hierba, sino en casa, lejos del alta mar; lo que no sé es si quedará alguien que pueda venir a despedirme; ni siquiera, de los que queden, cuántos querrán hacerlo.
Cualquier excusa es buena para escuchar una mélodie de Fauré, aunque haya que traerla por los pelos y aunque no sea fácil de silbar.
Buenas noches y hasta mañana.
Au cimetiere, op. 51, núm. 2 (1888) de Gabriel Fauré (1845-1926), sobre un texto de Jean Richepin (1849-1926), interpretado por Alice Raveau, mezzo/contralto parisina que nació en el XIX pero realizó su carrera artística en el XX, destacó como intérprete de mélodies y en los papeles de Orfeo (Gluck), Carmen, Dalila (Samson et Dalila) y Charlotte (Werther).
Heureux qui meurt ici,
Ainsi que les oiseaux des champs!
Son corps, près des amis,
Est mis dans l'herbe et dans les chants.
Il dort d'un bon sommeil vermeil,
Sous le ciel radieux.
Tous ceux qu'il a connus, venus,
Lui font de longs adieux.
À sa croix les parents pleurants,
Restent a genouillés,
Et ses os, sous les fleurs, de pleurs
Sont doucement mouillés
Chacun sur le bois noir,
Peut voir s'il était jeune ou non,
Et peut, avec de vrais regrets.
L'appeler par son nom,
Combien plus malchanceux
Sont ceux qui meurent à la mé,
Et sous le flot profond
S'en vont loin du pays aimé!
Ah! pauvres! qui pour seul linceuls
Ont les goëmons verts,
Où l'on roule inconnu, tout nu,
Et les yeux grands ouverts! ¡Dichoso quien aquí muere
Como las aves del campo!
Su cuerpo en la hierba yace
Y los amigos le lloran.
Bajo este cielo radiante
Su sueño es largo y sereno.
Cuantos le conocieron vinieron
Y se despiden largamente.
Junto a la cruz, orando,
Quedan arrodillados los parientes;
Sus huesos bajo las flores
Reciben el rocío del llanto.
En la negra madera, cualquiera
Puede ver si era joven o no lo era
Y llamarle por su nombre
Con sincera pesadumbre.
¡Cuánto más desdichados
Los que, muertos en el mar,
Con las aguas profundas se van
Lejos del país amado!
¡Infelices! Por sudario tienen
Las marañas de algas verdes
Que los llevan, anónimos y desnudos,
Con los ojos siempre abiertos.
(Traducción de Alfredo García)