Entre una amiga de los banqueros y un rico, la gente escogerá al rico. Porque saben que es el jefe. Aún más si es hombre. Porque la estructura laboral, los anuncios, los cuidados, el ejército, los salarios y la violencia recuerdan a cada paso que los que mandan son los hombre. Y los ricos. Lo que pasa en nuestras sociedades es estructural. ¿O crees que si le das a la gente de desayunar miedo y Gran Hermano, Sálvame y Hormiguero va a recitarte por la noche a César Vallejo y a reflexionar como Aristóteles? Y si no emprendes es que eres un perdedor de mierda.
No se puede seguir haciendo trampas, reforzando el modelo neoliberal y esperar que la ciudadanía golpeada crea que los de siempre les van a solventar algún problema. El negro Obama tenía el alma laboral blanca. Y Hillary Clinton es, además de una mentirosa y una tramposa, una burócrata de Washington y una lobista de Wall Street. Las mejoras con Obama, han sido mínimas. Los ricos son infinitamente más ricos y los pobres son más y más pobres. No es tan extraño entender que, al final, la gente golpeada tendrá la tentación de preferir engañarse y apostarlo todo a una identidad convertida en el único plato que te vas a comer ese día. Y si encima les ayudas a identificar un enemigo al que le eches la culpa de lo mal que te va en la vida, miel sobre hojuelas. Y los Trump felices porque mientras hablan de los excesos del sistema para parecer tus amigos, tú nunca vas a echar la culpa al sistema sino a tu vecino de infortunios. Como decía Rábago: ¡Los inmigrantes te quieren quitar tu trabajo de esclavo!
Se puso a la ciudadanía norteamericana, una sociedad saturada audiovisualmente, delante de un dilema difícil de digerir: elegir a alguien que va a mandar todo a la mierda (y ya saldrá el sol por donde quiera), o más de lo mismo. Y, como en los años treinta, en una situación de desempleo, de precariedad laboral, de impunidad política, de violencia estructural y guerra, de miedo y amenaza, los fantoches de la extrema derecha emergen. La única posibilidad de frenarlos es con consciencia. El 1º de mayo de 1933, la izquierda tenía 14 millones de votos y Hitler 11. Pero los sindicatos decidieron marchar ese día del trabajo junto a los camisas pardas, a ver si así los frenaban. Frenar la consciencia es lo más terrible que sucede todos los días. Decía Hillary Clinton que el socialismo de Sanders era un terrible peligro. Pues ahí tienes. Lo dijo la Luxemburgo y me lo recuerda Jaume: socialismo o barbarie.