Las explicaciones oficiales achacan los incendios de 2015 a las altas temperaturas y la ola continuada de calor estival que se ha producido durante el mes de julio, aunque el calor, siendo un factor determinante, no hace arder un árbol. En la ciudad hace el mismo o más calor que en el campo y no arden los jardines. Se sabe que, en España, sólo el 10 por ciento de los incendios forestales obedece a causas naturales, como puede ser un rayo. El resto, la inmensa mayoría de los fuegos, se debe a la mano del hombre, bien porque los provoca intencionadamente o porque los produce como consecuencia descuidos o prácticas agrícolas, como la quema de rastrojos, barbacoas mal apagadas, colillas de cigarrillos aún encendidas, chispas de vehículos, cristales rotos que actúan como prismas, etc. También la falta de prevención y de limpieza del monte favorecen la magnitud de un incendio, al no precaver cortafuegos que limiten su propagación y permitir que la maleza seca sirva de carburante del fuego.
Los devastadores incendios declarados en la Sierra de Gata (Cäceres), Ódena (Cataluña) y en diversos puntos de Galicia y Andalucía, afectando a miles de hectáreas de superficie arbolada y suelo agrícola, despiertan las sospechas, si no sobre la intencionalidad especulativa, sí al menos de la negligencia y la poca voluntad de abordar un problema de enorme magnitud y gravedad. Un problema que afecta al 54 por ciento de la superficie total del país considerada masa forestal. Son 30 millones de hectáreas de suelo forestal, de las cuales dos tercios están en manos privadas: medio país que puede generar mucha riqueza para unos pocos, si se les deja “rentabilizar” el bosque.
Este verano ya hemos contemplado los estragos que provoca el fuego, arrasando miles de hectáreas de suelo virgen y naturaleza paisajística de extraordinario valor. Pero también hemos contemplado cómo se reducen los recursos para combatir los 7.750 incendios producidos desde el 1 de enero al 26 de julio, de los cuales 4.700 eran conatos. También hemos visto las restricciones salariales, tendentes a su privatización, del personal de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF), empujándolas a la huelga. E, incluso, cómo se modifica la ley para suavizar sus prohibiciones. Si a todo ello añadimos unas condiciones atmosféricas de intenso calor, no podrá extrañarnos que este año esté resultando el más destructivo en cuanto a incendios forestales se refiere. Pero que no nos digan que el monte se quema. Que digan la verdad: lo están quemando entre unos y otros.