Sí, de nuevo Piper hablando de temas que a muchos no les gusta, pero qué podemos hacer, no soy de los que van hacia donde todos los peces nadan.
Hablaremos de las consecuencias de tomar la escritura o cualquier arte sin medirnos y sin un límite. Hablaremos de cuando escribir se convierte en una enfermedad.
Sucedió estos días, cuando mi esposa regresó de su turno en la clínica psiquiátrica y me comentó sobre una nueva paciente que había ingresado la noche anterior.
De acuerdo a la entrevista, la chica, de aproximadamente veinte años, manifiesta ser editora, con estudios en diseño o algo así. Sin embargo, recalcó su afición por la escritura (adivinen quién se le vino a la mente a mi esposa).
Les contó (a la terapeuta y al personal de la clínica) que desde muy joven escribe y que, hace un tiempo para acá, se ha conectado a las redes sociales y a varios grupos para escritores, con los que comparte fragmentos de su novela y de quienes recibe consejos.
Hasta ahí todo bien; sin embargo, nuestra escritora empezó a sentir que no podía controlar el impulso por escribir. Era esa necesidad imperiosa por hacerlo; luego compartía lo que escribía con el mundo. Y cada vez que lo hacía recibía consejos para mejorar. Le decían "cambia esto", "cambia aquello". Que otros leyeran sus textos y le dieran consejos le parecía emocionante. Al fin y al cabo, de eso se trata, de no procrastinar, escribir y darte a conocer en el mundo literario.
Comprendió que necesitaba las redes sociales y abrió cuenta en las que creyó podrían ayudarle (mi esposa no está segura pero mencionó Twitter, Facebook y supongo que Goodreads). El asunto empeoró. Compartía y cada dos minutos actualizaba para ver qué comentarios habían.
Como nuestra escritora trabajaba en el día, aprovechaba la noche para escribir hasta tarde y, según manifiesta, se iba a la cama cansada, pero cuando despertaba en la madrugada, independiente de la hora, se preguntaba si alguien le había dado like a sus textos o los habían compartido. No quedaba más remedio que levantarse y verificar.
El tiempo fue pasando, la ansiedad aumentando y lo que quedaba de su vida fue siendo absorbida despacio, muy despacio, hasta el punto de que la presión le impidió dormir. Podía pasar la noche entera escribiendo, compartiendo y leyendo sin darse cuenta. Esto, por supuesto, conllevó a problemas en el trabajo y con sus amistades. Se volvió irritable hasta el punto de consultar al psiquiatra de la clínica donde trabaja mi esposa.
Y allí está ahora, interna. Alejada de su computador, de su móvil y de la escritura. Empezará un proceso de limpieza mental, como un abstemio. Deberá controlar su obsesión por ser mejor escritora, y su novela, la que asegura haber escrito, la esperará paciente.
Solo concluyo con algunas frases inspiradoras:
Y un par (no es un par pero suena bien) de preguntas para terminar:
"Escribo por la misma razón que respiro, porque si no lo hiciera, moriría". -Asimov.
¿Hay alguna diferencia entre estar obsesionado en escribir o en solo hacer lo que amas? "Un escritor es alguien que escribe, eso es todo. No puedes detenerlo; no puedes dedicarte a hacer otra cosa más que eso". - Gore Vidal.
¿Querer darnos a conocer, crear una marca y sostenerte en Internet como estrategia para vender libros puede jugarnos una mala pasada, como a nuestra amiga? ¿Solo le ocurre a los de mente débil y a nosotros no?
Puedo seguir escribiendo sobre el tema pero son las tres de la mañana y a las ocho tengo cita con el médico para que me remita al psiquiatra, a ver qué diantres hago con este insomnio que me viene atacando desde hace meses.
¿Nuestra escritora estaba obsesionada por la escritura? ¿Cómo reconoces e identificas el límite cuando amas lo que haces? ¿Frases como la de Asimov y otros escritores famosos ejercen presión sobre nosotros y nos hace ver que no tomamos en serio nuestra profesión? Solo espero que sea idea mía el verme reflejado en esa joven.
¿Qué piensas?