Cuando fuimos los… virales

Publicado el 24 agosto 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Conoces esa canción, ¿verdad? Esa que dice en una de sus estrofas: “Cuando fuimos los mejores, los bares no se cerraban, se podía comprar todo, incluso nuestras almas.” Todos nos sentimos así alguna vez; anhelamos algo que tuvimos, creemos (constantemente) que, nuestra época dorada, pasó; deseamos haber hecho más, haberlo hecho mejor, o antes.

Hoy, tras  veinticinco años del nacimiento del Internet comercial, todos podemos ser famosos por un día. Se llama ser viral, convertirse en una estrella por unas horas, porque tu mensaje impacta, recuerda o vive en muchos otros. Un fenómeno que ha ocurrido también antes, en escritores, actores, dramaturgos, y más; seres con estrella que han visto cómo la espuma subía y luego volvía a caer por su propio peso.

No es extraño, pero ha llevado a la ruina a gente tan dispar como Javier Mariscal, Mike Tyson o Lola Flores; no es raro estar arriba, y caer. Mucha gente se ha perdido buscando otro viral, otra oportunidad; aquel sentimiento de convertir un instante irrepetible en tu modo de vida.

¿Cuánto puede decirse de Bukowski o de Hemingway? Nunca algo así. ¿Qué apelativo iba delante?, ¿borracho o poeta? No importa, ya que, en esa espiral de literatura y resacas, nadie puede negar que, antes que famosos, antes que borrachos, ambos fueron escritores por derecho propio.

Otros no han tenido esa suerte. Otros se han perdido. Sin comprender esa dicotomía del instante frente a la vida; sin entender que ser viral solo depende de ti en una parte muy, muy pequeña, y que, a menudo, supone decir las cosas a medias, decir lo que todo el mundo quiere oír.

Escribo esto porque yo fui un tío viral. Bueno, quizá lo fue Caos; desde luego, su historia lo fue, y, de un modo u otro, yo formé parte de todo aquello. Pero la historia se diluyó, gota a gota, permaneciendo en un pequeño rincón de la red; como un mensaje en una botella, cada vez más alejado de la costa, más pequeño, hasta convertirse en un recuerdo más.

Nada perdura por siempre, y esa es una lección más que debemos tragar. Mi perro significó para mí, y lo hizo para el resto en la medida en que sus perros significaron, para todos ellos, un sentimiento similar. Eso es bueno, porque nos demuestra que somos humanos, y también que ninguno desaparecemos de repente, solo nos diluimos con el paso del tiempo; poco a poco,… sin prisa; ofreciéndonos el consuelo suficiente para decir adiós.

there’s a bluebird in my heart that
wants to get out
but I’m too tough for him,
I say, stay in there, I’m not going
to let anybody see
you.
there’s a bluebird in my heart that
wants to get out
but I pour whiskey on him and inhale
cigarette smoke
and the whores and the bartenders
and the grocery clerks
never know that
he’s
in there.

there’s a bluebird in my heart that
wants to get out
but I’m too tough for him,
I say,
stay down, do you want to mess
me up?
you want to screw up the
works?
you want to blow my book sales in
Europe?
there’s a bluebird in my heart that
wants to get out
but I’m too clever, I only let him out
at night sometimes
when everybody’s asleep.
I say, I know that you’re there,
so don’t be
sad.
then I put him back,
but he’s singing a little
in there, I haven’t quite let him
die
and we sleep together like
that
with our
secret pact
and it’s nice enough to
make a man
weep, but I don’t
weep, do
you?

Bluebird (Charles Bukowski)

Pero hay otra. Una más importante si cabe. Una que todos debemos recordar, y no son gilipolleces como que la fama es efímera, o que debes aprovechar el día a día; bueno, también. Trata sobre la importancia de las cosas: lo que hacemos, lo que somos, lo que queremos; porque todo ello solo importa en la medida en que significa para uno mismo.

Por eso es tan importante esa entrada donde despedía a mi perro y muchas otras; no porque fuese viral, ni porque volviese gente interesada en ver qué más diría aquí; no por tener más lectores ni oportunidades de trabajo, aunque también, sino porque me permite recordar quién fui, y quiénes fuimos juntos —yo, mi perro, nosotros—, y llorar por él si quiero hacerlo, igual que por mi padre, o mis abuelos. Me permite ser yo, y puedes estar seguro de que nada hay más importante que eso.


Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

Pájaro azul (Charles Bukowski)