Cuando hay que vestirse

Por Sandra @sandraferrerv
Hoy me apetece relataros ese apasionante momento de vestir a los niños antes de ir al cole. Siempre me pasa lo mismo. Pienso: “¡Uy! Si aún tengo más de media hora. Venga, a vestir a estos pitufillos, que está chupao.
El planning que intento que se siga es, mientras el mayor hace un pipi, visto a la pequeña. Y mientras el mayor se viste, yo me arreglo. Ja, ja. Qué ilusa que soy, por favor. Porque nunca se cumple, por supuesto.
- Ves a hacer un pipi.- Sí, pero tú me acompañas.
Como si el baño estuviera en el ala norte de nuestro amplio hogar.
- Veeeenga, ya te acompaño.
Ya hemos perdido 5 minutos. Bueno, aún tenemos 25.
- Ahora me vistes a mí.- Pero si tú ya te sabes vestir solo. - Nooo. Que aun soy pequeño.
¡Ah! Ya no me acordaba. Depende de la luna, mi hijo es grande o es pequeño.
- Veeeeega, pero rápido.
O no. Ponemos un calcetín, y a correr pasillo arriba, pasillo abajo, mientras la pequeña, aún en pijama, aplaude a su hermano entusiasmada. Otro calcetín. Otra carrera. Otro aplauso.
- Si vuelves a salir corriendo, te vistes tú solo.- Noooo. Vaaaaale.
Cuando consigo que se quede quieto, la pequeña glotona se acuerda de que le apetece un traguillo de leche. Así que ya me veis en el suelo, a lo indio, con una mano aguantando a la lactante gigante, mientras con la otra intento vestir a un niño que no para de moverse y de soltar sonidos a lo "lero, lero, lero". Milagrosamente consigo que se quite él sólo la camiseta del pijama. “Qué mono, pienso, se ha dado cuenta de que su madre no le puede ayudar”. Otra vez, ja, ja. Lo hace para ponérsela a lo monje y empezar a cantar “Chinito tú, chinito yo”.
5 minutos más, y sólo hemos avanzado la mitad de uno. Veeenga, que ya acabamos.
- Las bambas, ¿te las pones tú? - Pregunta escéptica por mi parte.- ¡Vale! - ¡No me lo creo! Debe haberse movido la luna.
Aprovecho para vestir a la pequeña. La muy foquita, en los ejercicios de estimulación nunca consintió hacer la croqueta pero siempre escoge este momento tranquilo y pausado para hacer sus ejercicios. Y como no tiene fuerza, la ceporreta... A ver quién es el guapo que la gira. 15 minutos para salir. Solución, la levanto y la vuelvo a colocar a expensas de mi castigada espalda. Inciso: Me dice la pediatra en la revisión del año, pesa un kilito más de lo que es normal en las niñas. A ver... no está obesa pero... mejor no le des cereales. ¡Ja, ja! No, si nunca los ha probado, esta grasa es de los lacteos naturales de aquí su querida madre.
Después de reubicarla unas cuantas veces mientras por detrás mío pasa una suerte de cohete párriba y pábajo, consigo vestir a mi pequeña foquita. 10 minutos. Ahora me toca a mí. Me pongo lo primero que pillo de verdad, no como lo que dicen las glamourosas de las revistas que no se lo creen ni ellas. Mientras me adecento, mis dos pitufillos se mueven a mi alrededor como indígenas danzando un baile ritual.
5 minutos. No hemos acabado.
- Mamá, las galletas.- Un momento.
Pongo a la pequeña foquita en el carro mientras pide desaforada su muñaco para chupar. “¡A mí, a mí!" Sí, hija mía, nadie más quiere ese trozo de trapo lapeado. Aun falta la colonia, los zapatos y el clip de la pequeña foquita.
- Mamá, las galletas.
Ah, y la mochila.
- Mamá, quiero lllevar la pelota de Pocoyó al cole.- Pues cógela.- ¿Dónde está?- En su sitio.- No la veo.
Allá que voy. 2 minutos. Ahora hay que marcarla. Un rotulador, por favor. Ya está. ¿Ya estamos? Los pobres me miran como diciendo, ¿por qué pondrá esa cara de cansancio?. Por fin puedo cerrar la puerta. Me miro en el espejo del ascensor que últimamente se ha convertido en mi zona de arreglo. Me peino un poco con la mano y ¡Yupi! Ya estamos en la calle.
Vamos, una media hora súper intensa. Y aún nos queda todo el día por delante. Pero como me considero una persona más bien positiva y creo que todo tiene su lado bueno, después de media hora con este trajín me ahorro ir al gimnasio. ¿Para qué? Seguro que he adelgazado unos gramos, he hecho pesas cogiendo a mi pequeña foquita y he tonificado las piernas persiguiendo a mi bebé gigante.
También pienso que de aquí a unos años, cuando sólo me tenga que vestir a mí misma, pueda peinarme delante de mi espejo y me sobre tiempo para, no sé, maquillarme o simplemente contemplarme, recordaré estos momentos con una sonrisa melancólica.
Este post va dedicado a todas vosotras, mamás blogueras que mañana lunes seguro que viviréis momentos como éste que os he relatado. ¡Que tengáis un buen inicio de semana!