Las noticias de actualidad nos siempre son tan novedosas como pretenden ser. Estos días se han prohibido las corridas de toros en el Parlamento de Cataluña, pero el asunto no es, ni mucho menos, nuevo. Precisamente, me he acordado de un precioso manuscrito miniado que se conserva en la Biblioteca de Palacio, en Madrid, titulado: "Las Parejas." Elegante documento antitaurino" elaborado en 1781, que ha quedado atenuado ante la fuerza icónica de las series taurinas de Antonio Carnicero y, en especial, de Goya. Por Francisco García Jurado HLGE
Este manuscrito del siglo XVIII, raro ejemplar miniado, a la manera de los manuscritos medievales, fue estudiado por Matilde López Serrano en un precioso libro publicado por la Editorial Patrimonio Nacional (en la imagen), dentro de una serie titulada "Colección Selecta", dedicada a la presentación de algunas joyas bibliográficas depositadas en las bibliotecas de Patrimonio. Este códice en cuestión tiene un interés primordial para la historia del "antitaurinismo", pues, en palabras de la propia López Serrano: "Se trata de las figuras de una gran Cuadrilla o Torneo, festejo hípico ya un poco pasado de moda en el siglo XVIII, pero al que la Casa de Borbón, al establecerse en España, fue ciertamente aficionada, tal vez como reacción a las tradicionales y arraigadas corridas de toros, que debieron parecer festejos atrozmente sanguinarios y crueles, tan distantes de los habituales en las Cortes europeas de la época". Esta faceta antitaurina no dejaba de ser parte del proyecto despótico e ilustrado procedente de Francia y encarnado en la persona de Felipe V, nieto de Luis XIV. Como tantas otras reformas, el intento de terminar con la "barbarie" taurina quedó frustrado por una realidad más compleja. La fiesta de los toros quedó asimilada, por así decirlo, a nuestra peculiar Ilustración hispana y hoy día las estampas de la época son joyas de coleccionista. De esta forma, es significativo que muchas de las estampas españolas del este siglo, como las de Antonio Carnicero, reproduzcan pormenorizadamente aspectos concretos de la tauromaquia, y que Goya recurra a una suerte de ejercicio histórico o retrospectivo (muy propio de la Ilustración), remontándose precisamente hasta los árabes, al comienzo de su famosa serie de aguafuertes. El siglo XIX, que en buena parte convirtió a España en mito, dio lugar a la bibliofilia y, particularmente, a la bibliofilia taurina. En su artículo "De re bibliographica", Menéndez Pelayo reprocha, precisamente, a la bibliofilia de su tiempo, el interés que le presta a temas como la cetrería o la tauromaquia frente a los autores griegos y latinos:
"No ha de negarse que hay hartos bibliófilos (si tal nombre merecen) acreedores a esta y aun a otras más acres y no menos fundadas censuras; y en verdad que se duda a veces entre la risa y la indignación al ver a ciertos acaparadores de libros estimar el mérito de los trabajos del humano ingenio por su mayor o menor escasez en el mercado, despreciando, v. gr., los clásicos griegos y latinos porque se encuentran a toda hora, en cualquier forma y en variedad de ediciones, al paso que dan suma importancia a los libros de jineta, de esgrima, de cetrería, de tauromaquia, de heráldica o de arte de cocina, por raros y difíciles de encontrar en venta. Y produce ciertamente triste impresión la lectura de muchos catálogos bibliográficos, cuyos autores para nada parecen haber tenido en cuenta el valor intrínseco de los libros, fijándose sólo en insignificantes pormenores propios más de un librero que de un erudito."
El tema, naturalmente, es inacabable. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE