Eliseu chuta a portería ante Dídac -EFE.
“¡Pochettino, dales caña!”, grita, divertido, un aficionado del Espanyol, mientras se saca de la mochila una gran bolsa de palomitas. De pelo en crisis y con el cigarro siempre cerca de la boca, el seguidor no se contiene, a pesar de que no está en la grada, sino en la tribuna de prensa, aunque en el Estadi Cornellà-El Prat sólo haya una separación oficiosa entre una cosa y la otra, apenas barras de separación. La zona de periodistas no está resguardada y a otra altura como sucede en el Camp Nou. El tipo se vuelve loco con el único gol –golazo, perdón– del partido, de Javi Márquez en el primer minuto (1-0 al Málaga, se acostó en la cuarta posición) y a partir no para de hacer comentarios a sus acompañantes y justifica el que va a ser su comportamiento todo el partido: “¡Que soy de…!”. Los puntos suspensivos corresponden al nombre de un medio de internet. Así que el hombre, sea licenciado o no, ejerce de periodista o colaborador, pero no apunta nada. Sólo corrige y filosofa, que no es poco: “Estos partidos que empiezan tan bien a veces se te complican”. Su vecino le da la razón, sobre todo después de ver a Osvaldo, el mejor delantero del Espanyol en mucho tiempo, picarla con poco acierto ante Arnau tras una jugada con eslalon incluido. “¡Ui!”, lamenta el espontáneo cuando Osvaldo también falla desde fuera del área en unos primeros minutos de fútbol de pases imprecisos e indecisos, faltas tácticas y bostezo general. Tan sólo alguna jugada brillante, como una de Luis García, Callejón y Javi López, todos al primer toque, y a la que no llega el delantero desesperado por muy poco.“Se ve que al descanso el Papa dará el saque de honor”, bromea el espontáneo, que como gran parte del público ha cantado como gol un tiro de Callejón que dio en la red por fuera. Nuestro hombre no estaba satisfecho con el rendimiento de Luis García –“¡Ahí tenía que haber saltao!” y su vecino de pupitre, más analítico y más discreto en el tono de su voz, iba más allá: “Con 30 ya le quedan dos días, le falta chispa”. Algunos periodistas, como el de enfrente, aprovechan para poner la contraseña en el programa de edición, pero no escribe nada. Celoso, baja la pantalla del ordenador, como si otro compañero puede extraer alguna idea de una página maqueta sin ninguna frase. Mejor será el ritual, en cuanto el árbitro pita el final de la primera parte, otra colega de profesión se dispone a escribir en su minúsculo ordenador: se coloca la chaqueta, se toca las manos, da palmas en las piernas, repasa la hora en el móvil, toca la computadora, se muerde las uñas, piensa y… empieza. El compañero que escondía la pantalla ya le sacaba cinco o seis líneas del segundo párrafo de la crónica del partido. El inicio, de momento, es un Xxxx y se pregunta en el texto si el Espanyol se arrepentiría después de haber perdonado tanto.
La crueldad de los publicistas En las pantallas del estadio se anuncia un concierto solidario, la huelga de los trabajadores de FFC (Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya) y en el mensaje se disculpa con las posibles molestias ocasionadas a los espectadores, pues la protesta empezará a las doce de la noche, menos de un cuarto de hora después del final del partido. Hay quien pita el anuncio, aunque para pitos los que se oyeron cuando por megafonía pidieron al público que dejase de utilizar silbados. Surgieron más que nunca. Hay cosas que no cambian, como otro spot de bebida refrescante basado en el sonido del gas abriendo la botella, más grande, en plano detalle, de lo habitual. Los publicistas son crueles.
Deseos en voz alta
“¡Fuera de juego! ¡Reglamento!”, vuelve a soltarse el aficionado que ejerce de periodista, que desea (en voz alta, claro) que salga Sergio García y haga tres goles. El jugador sale por otro García, Luis, pero lo primero que hace es una falta. El partido se convierte en un ejercicio impreciso y dubitativo del Espanyol, con Dídac loco con Eliseu y un palo en los últimos minutos de Quincy. Impreciso, lento e incapaz de encadenar pases seguidos, el Espanyol se descompone en la reanudación ante un Málaga inocente en sus acometidas y que no consigue marcar. El espontáneo argumenta que es el típico partido que el Espanyol perderá si la gente (como él no deja de hacer) no anima. Eliseu hace un centro-chut defectuoso. Carlos Kameni es el único jugador local que ha dado seguridad siempre y así lo dice nuestro protagonista, que se ha cambiado de sitio para no ser gafe. Se despide de su vecino y casi del estadio, que dos segundos contados antes de que el colegiado pitase el final cantó por única vez el “¡A por ellos oé!
Sufrimiento y pasiones
El seguidor-periodista no fue a la rueda de prensa, donde se suelen hacer, en general y en el fútbol en particular, preguntas recurrentes. Si al delantero de turno le está costando marcar últimamente o no lo consigue desde hace jornadas, se le pregunta al entrenador si el jugador tiene ansiedad por el gol. En un 99% de los casos el entrenador viene a concretar lo que dijo Mauricio Pochettino tras el Espanyol-Málaga: que Osvaldo volverá a marcar porque es su oficio y que se habla demasiado de ese aspecto, recordando, sin dar nombres, que hace pocos días se hablaba de la ineficacia de algún ariete (David Villa, por ejemplo) y que acabó marcando dos goles de golpe. En una rueda de prensa también se repiten cuestiones históricas, como las que se refieren al proceder del equipo. Ya se sabe, el seguidor perico suele sufrir más de la cuenta y para ver cómo su equipo vencía al Málaga por 1-0 con un gol –golazo, perdón– en el primer minuto tuvo que sufrir lo indecible en la segunda parte. Cuando a Pochettino le preguntaron si el sufrimiento, el agarrar los puntos con tantos titubeos, formaba parte del ADN del conjunto blanquiazul desgranó una reflexión interesante: “Si en el fútbol no hay sufrimiento, no hay sentimientos”. Y continuó recordando que en la Liga española la diferencia entre los equipos –exceptuando los intocables Barça y Madrid– es mínima y que tenía mucho mérito haber vencido con un equipo muy joven a un rival que había sacado todos sus puntos fuera de casa.
Pochettino acusó la horrenda segunda parte al despliegue físico y mental de la segunda. Y nadie le cuestionó lo típico de si se había equivocado. Había prisa por acabar, recoger los bártulos y llegar a casa, pues Rafa Gil, entrenador por un día del Málaga, tampoco se había extendido mucho más y ambos habían salido casi a la par. Un comportamiento lógico para un encuentro con horario para vampiros. Las diez de la noche es tarde aunque sea sábado.