Cuando la música clásica es odiada y multada.

Publicado el 19 octubre 2010 por Santiagomiro

Hay acciones policiales que pueden desprestigiar tanto o más que cualquier acto vandálico consentido. Lo digo por lo ocurrido hace unos días en Pamplona, donde dos policías municipales denunciaron a un cuarteto musical por “perturbar levemente la convivencia ciudadana y tocar en la calle”. El grupo de “perturbadores” estaba formado por Laida Tiscar, Veyre Iriarte, Alicia Álvarez y Pablo Jiménez, cuatro alumnos del conservatorio de la Música quienes, sobre las 19 horas y cuarenta y cinco minutos, se atrevieron a “tocar en la calle”. No se trataba de una charanga o de un grupo de “perturbadores” que amenazaran una ciudad tranquila como esta, que, durante las fiestas de San Fermín, es capaz de aguatar por tres días y tres noches el alboroto continuo y las gamberradas más famosas. ¡Qué va! Había sido un grupo de jovencitas y un jovencito que, el 1 de septiembre de 2010, “perturbaron levemente la convivencia ciudadana mediante actos que incidieron en la tranquilidad de otras personas”. La multa les llegó a casa y era de 600 euros, 150 a cada uno de los alborotadores de 16 a 19 años, con sus elementos perturbadores: tres violines y un cello.
“Vergüenza –explicaba Pablo Jiménez al recibir la multa– Eso es lo que siento cuando pienso lo que nos han hecho a tres amigas y a mí. Decidimos ir a amenizar a la calle Pozo Blanco con un poco de música. La sorpresa llegó cuando, con todo recogido, un par de policías nos dice que estamos denunciados porque unos vecinos se han quejado. Nos tomaron los datos y nos dijeron que, si nos volvían a ver tocar, procederían a la confiscación de nuestros instrumentos”. Por lo que los policías, cegados por su celo municipal y provocados por el cello de Pablo y los violines de Laida, Veyre y Alicia, más que por el “ruido” provocado por el jovencito y sus cuatro compañeras violinistas, deciden multar a los “gamberros” y, encima, añaden que, si vuelven a “ver” tocar –al parecer los celadores del orden se guían más por lo que ven que por lo que oyen–, “procederán a la confiscación de nuestros instrumentos”.
No importaba la pieza que tocaban en aquel momento los cuatro chavales, el canon de Pachelbel. Tampoco que la ciudad en donde vivían fuera candidata a la capital europea de la cultura en 2016. Los agentes 660 y 661, oyendo las quejas de algún vecino, acudieron con los oídos taponados y las ordenanzas en la boca y, fiel cumplidores de las ordenanzas municipales que era lo que realmente les importaba, comprobaron que “molestaban”, pese a que, “ya habíamos recogido todo y nos íbamos hacia la Plaza del Castillo”.
Tras escuchar las alegaciones, el Ayuntamiento de Pamplona decidió “no procede tramitar la sanción y, por tanto, que no serán multados”. De hecho, después de ese incidente y tras dicha notificación, el grupo siguió interpretando sin ningún problema a Johann Christoph Pachelbel en otros lugares. El compositor alemán del siglo XVII compuso su Canon en Re mayor y cuenta entre los más importantes músicos de la generación anterior a Johann Sebastián Bach. Aunque algún vecino provocador y algún agente municipal lo ignoren. Y aunque haya músicos, como el del vídeo, que odien interpretarlo.