Por Claudio A. Jacquelin
De la negación de los hechos a la admisión de la realidad por la vía de los hechos consumados.
En ese viaje sin escalas ni explicaciones puede resumirse la actuación del Gobierno en los últimos tres días.
Sólo así puede entenderse que la Presidenta anunciara la creación del Ministerio de Seguridad después de 72 horas en las que los principales funcionarios, encabezados por el jefe de Gabinete, rechazaron toda responsabilidad del Estado nacional en los trágicos episodios de Soldati y retacearon la presencia de la policía.
Tal vez por eso, para no exponer las evidentes contradicciones, no explicó Cristina Kirchner por qué decidió un cambio de Gabinete que incluye el traslado de la ministra de Defensa y un notable recorte del poder del ministro Julio Alak, que hasta ayer tenía a su cargo la Seguridad. Al menos así aparecía en las formas, porque el verdadero jefe de la policía y del resto de las fuerzas federales era Aníbal Fernández, para quien la inseguridad siempre fue sólo una sensación.
Tal vez por eso, luego del anuncio, a ambos no sólo se los veía sorprendidos sino taciturnos, por no decir preocupados. En el caso del jefe de Gabinete ese sentimiento estaría cargado de razón: no hay mucho precedente de un ministro que haya protegido tanto a un jefe de policía ni que haya minimizado tanto la sucesión de hechos delictivos como de corrupción policial. La nueva gestión podría dejar al descubierto incómodas revelaciones, si pretende inaugurar una nueva etapa.
La Presidenta no se refirió a esos antecedentes ni, de manera explícita, a los gravísimos hechos que habían ocurrido ni a los que estaban ocurriendo en el parque Indoamericano en el mismo momento en que ella recordaba a sus empleados domésticos "María y Ramón, dos maravillosos chilenos que cuidan [la casa de El Calafate] hace años", para diferenciarse de la xenofobia que le adjudicaba al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.
De esa curiosa manera procuraba aludir no al problema que había desembocado en la creación del Ministerio de Seguridad, sino a la absurda derivación política que aquél tuvo: la disputa que libraban con Macri a raíz de la tragedia de Villa Soldati. Una banalización de la muerte en un acto en el que se reivindicaba la vida y el compromiso con los derechos humanos.
Pero si la Presidenta no explicó las razones por las que creaba el Ministerio de Seguridad, mucho menos lo hizo sobre los objetivos, las características y las responsabilidades que tendrá la nueva cartera de Garré, ni qué hará para ayudar a instalar el Estado de Derecho en una vasta zona de la Capital Federal.
Cristina Kirchner no podía ver ni saber de las escenas que remitían a una sociedad primitiva, sin ley ni Estado, que se producían en Soldati mientras ella hablaba por cadena nacional. Pero alguno de sus ministros debió haberle avisado o, al menos, haberle advertido lo que cualquier cronista de actualidad preveía que podía pasar.
Hubieran evitado dejarla tan expuesta, tan ajena ante un hecho de flagrante ausencia de la vigencia de los derechos humanos.
Fuente: lanacion.com.ar