Cuando leas esto la autora estará de camino a unas merecidas vacaciones.
«¿Y qué hago yo ahora?», piensas. «¿Cómo me hace esto?», te preguntas con ojos iracundos. «¿Se va y me deja así?», gritas. ¡Espera! Ni te alteres ni rompas nada, no la insultes y no te enfades con ella por haberse ido, pues en menos de lo que crees estará contigo: a partir del 17 de agosto la tendrás toda para ti nuevamente.
Si es la primera vez que entras en este blog, la autora te asegura que tienes material para entretenerte largo rato.
Si ya has estado varias veces por aquí, seguramente hay posts que no habrás leído, así que este es un buen momento para que te pongas al día.
Y no te olvides: comenta todo lo que quieras, la autora estará encantada de leerte a su regreso, y de responderte, por supuesto.
Para calmar tu enojo por su abandono la autora te obsequia el microrrelato que verás a continuación, con la ilusión de que el mismo le obsequie una sonrisa en tu cara.
La autora se desea y te desea, ¡felices vacaciones!
Hasta que la muerte los separe...
Una vez puestas en sendos anulares las gruesas alianzas de oro blanco, la eminencia eclesiástica allí presente los declaró marido y mujer. Entonces, él levantó el velo de tul de seda y encontró su radiante cutis de porcelana rosada. Cuatro iris color piélago se desearon en silencio y dos pares de labios carnosos se besaron efusivamente. Al salir de la majestuosa catedral fueron recibidos por una lluvia de lirios que olía a paraíso. Subieron al blanco carruaje tirado por cuatro percherones tordos y se dirigieron al palacio. Sobre la cama con dosel los esperaban miles de pétalos de orquídeas moradas. Ni se preocuparon en quitarlos, tal era su pasión. Él se dejó el traje de príncipe puesto, y ella no se sacó los zapatos de cristal, tal era su apuro. En menos tiempo que el bien visto por el protocolo real los dos cuerpos eran uno, tal era su anhelo.
Esa noche de bodas, irrepetible como lo son todas, los recién casados no durmieron ni un minuto. Ella la pasó recordando el buen consejo del hada madrina: «prueba la mercadería antes de comprarla querida, que hay mucho príncipe precoz suelto». Él la pasó pensando en las sabias palabras de su madre: «ten cuidado al elegir hijo mío, que hay mucha virgen fraudulenta dando vueltas».