Cuando llega el momento de volar...

Publicado el 20 octubre 2013 por Alfredo Eduardo López Liñares @BackInMadrid

Esto que voy a contarles es una anécdota que marcó algo esencial en mi vida. Siempre me conmovió ver a una madre con su pequeño hijo, indefenso y dependiente. Pero esta historia es bastante especial… y sencilla, es que al final es cierto que la maravilla de la vida está en las cosas ínfimas, … tan simples.
Los pájaros habían anidado en la columna de mi casa (en donde la columna se une con el techo a dos aguas). Yo solo veía las ramitas  y los pájaros que iban y venían, adueñados sin permiso de ese rinconcito que parecía sentarles muy cómodo.
Un buen día comencé a escuchar el piar diminuto de los pichones que ya estaban allí.. Me emocionó, me gustó que ese lugar de mi casa le hubiera sido tan útil a aquellos pájaros como para recibir a sus “hijitos”, después de todo uno elige el mejor lugar posible  para traer al mundo a sus hijos.
Pasaron unos días… y una mañana que salí justo por allí, donde estaban mis inquilinos, vi a uno de los pichoncitos sobre el pasto, no sabía aún volar.  Sus padres, estuvieron durante todo el día sobrevolando en vuelo rasante, a centímetros del suelo protegiendo a su indefenso pichón, sin poder hacer nada para ayudarlo. Nunca imaginé que un animal podía tener ese instinto tan latente, no podían abandonarlo, casi parecían angustiados por no poder regresar al nido a su pichón..
Antes de que llegara la noche decidí ayudarlos, subí a una escalera  y deposité al pichoncito suavemente en su nido. Me sentí  tranquila, aunque algo invasiva, no quería molestar a esa madre tan preocupada.
Durante los días siguientes, los pichones comenzaron a atreverse a dar breves paseos, practicando cortas salidas y regresando siempre al nido.. allí, donde se sentían seguros.
Poco a poco los paseos eran más largos, se los veía más seguros y confiados y seguramente atraídos por el mundo que descubrían más allá del nido.
Hasta que por fin llegó el gran día, había que volar más lejos, conocer otros lugares, e iniciar una vida propia.
El nido quedó vacío. Supongo que esa mamá había cumplido su misión y ya el nido no le haría falta.
Me sentí algo desolada, no voy a negarlo, no me gustaba ver las ramitas que asomaban en la columna y sentir tanto silencio..
Pero así debe ser.. Los hijos deben volar  para vivir su propia vida. Seguramente algún día construirá su propio nido y la historia comenzará otra vez. Y así siempre la historia vuelve a comenzar..
La maternidad es algo maravilloso, que nos cambia como mujeres y como personas. En mi experiencia, desde el momento en que supe que mi primer hijo estaba en mi vientre, comprendí que la vida sería muy distinta. Me ilusioné, me emocioné, y sobre todo, disfruté. Siempre disfruté de ser mamá, más allá del cansancio que sentí muchas veces.
Esta felicidad se repite con cada embarazo, con cada hijo.. Sé que sus vidas no me pertenecen, que volarán del nido cuando tengan que hacerlo y que elegirán su propio camino..
No espero nada a cambio, solo que sean felices, con eso me basta para serlo yo también.

Este video muestra la asombrosa grandeza de la naturaleza..

Hoy, en Argentina, se festeja el “Día de la madre”. Aunque a veces pienso que es una movida comercial, y que madre se es todos los días de la vida, al final termino sintiéndolo un día especial… es que quienes me rodean se encargan de que así sea. Hoy soy la receptora de todos los honores, las miradas y las demostraciones de cariño.
Puedo disfrutarlo porque sé que no queda solo en este día, ya que cada día es para mí el día de la madre.