Rojos, amarillos, ocres, naranjas..., casi un arcoíris extendido en el cielo, eran los colores que predominaban en aquellos atardeceres del pueblo cuando, tras nuestro rutinario paseo por los campos de los alrededores, al regreso divisábamos las primeras casas de su antañón caserío del otro lado del pequeño altozano. Y cuando el sol se ocultaba en el horizonte con esa profusión de colores, nos sentábamos sobre alguna piedra del campo a contemplar aquel espectáculo de la naturaleza, hasta que la luz acababa por desaparecer e irrumpía la noche con toda su habitual retahíla de sombras.
Pero para cuando la noche tendía su negro manto sobre todo aquel paraje, ya habíamos alcanzado nosotros las primeras calles del pueblo y la luz de las farolas guiaba nuestros pasos. Preciosos atardeceres son los que se divisan en el pueblo desde este pequeño altozano que da cobijo al grupo de bodegas que bajo el mismo se asientan, comentábamos un día más junto al resto de vecinos en la tertulia nocturna del teleclub. Y, con la disculpa de estas puestas de sol, alguien de los que sí vivían durante todo el año en el lugar, matizaba una y otra vez:
-Sí, son unas puestas de sol dignas de visionar y hasta de fotografiar; pero ¿quién se acerca por aquí para observarlas durante el resto del año?. Y no penséis que sólo se producen cuando venís la mayoría de vosotros a pasar unos días al pueblo, eh!!; porque el sol sigue ocultándose por esa misma parte del horizonte cada día. Pero resulta que no queda ya prácticamente nadie en el pueblo para contemplarlas.
-Además, ahora ya se pueden admirar desde cualquier parte del mundo, gracias a Internet y a esas nuevas tecnologías que te las acercan hasta tu propia casa sin moverte ni un solo metro, -terciaba otro de los habituales del pueblo-.
De pronto, uno de los más jóvenes, desde un rincón de la tertulia, pide la palabra con extremada educación, se levanta de su asiento y, enfatizando su voz, proclama en voz alta:
-¿Y por qué no, amigos, aprovechamos estas nuevas tecnologías que tenemos a nuestro alcance para poner en valor estas maravillosas puestas de sol de nuestro pueblo dándolas a conocer al mundo entero?.
-La materia prima la tenemos -continuó explayándose este joven-; sería cuestión tan sólo de buscar a alguien entendido en el tema de la promoción turística que fuese capaz de diseñar un novedoso y rompedor proyecto para visionar este acontecimiento. Observando, por ejemplo, todo el fenómeno desde una especie de plataforma lo suficientemente cómoda, situada en el altozano de las bodegas y dotada de medios y material técnico suficiente para poder divisar el prodigio "in situ".
-Y quién sabe si, corriendo el tiempo -continuó arguyendo el joven orador-, el acontecimiento en sí se extienda de tal manera que incluso se llegue a hablar de portento de la naturaleza en nuestro pueblo, en nuestro tranquilo y acogedor remanso de paz. Y, porque estas cosas son así, que nunca se sabe muy bien cómo o por qué suceden, un buen día aparezca en todos los medios de comunicación una noticia de este cariz: "Una pequeña localidad palentina inaugura un gran observatorio solar, especializado en puestas de sol". Y el término municipal se convierta, en un visto y no visto, en un centro de reunión de investigadores entendidos en la materia para hacer sus observaciones...
Una idea de Javier para Curiosón