Cuando los incendios se convierten en algo normal

Por Davidalvarez

Hay pocas imágenes más desoladoras que un monte después de un incendio. Las dos últimas semanas estuve en Galicia y era casi imposible mirar en cualquier dirección sin ver los rastros del fuego. En todo ese tiempo no hubo un sólo día en que no se produjera un fuego o que no sintiéramos a los helicópteros y los hidroaviones volando sobre nuestras cabezas.
Mientras que en las zonas costeras, los incendios se cebaron sobre todo con plantaciones de pinos y eucaliptos, que al igual que ocurre en el Cantábrico han sido plantados masivamente y sin control, convirtiendo los montes en auténticas refinerías, en algunas zonas del interior de Ourense han ardido muchas zonas de alcornocales y madroñales. Además de la vegetación que se ha calcinado, millones de aves, anfibios, reptiles y mamíferos han muerto abrasados.
Pero en Galicia, al igual que ocurre en Asturies, el fuego se ha convertido en algo endémico y repetitivo. Los montes que han ardido este verano, ya habían sido quemados hace pocos años, y con cada incendio el suelo se ha ido empobreciendo y cada vez tiene menos nutrientes, lo que dificultara las futura regeneración forestal.
Y como todo lo que se hace recurrente, ya empieza a parecer normal y aunque en los primeros momentos, los incendiarios son vistos como delincuentes, a los pocos meses todo se olvida. Y estos delincuentes, aunque sean pillados con las manos en la masa, en muchos casos ni siquiera suelen pasar una noche en la cárcel. ¿Donde está el autor de los 150 incendios que fue detenido hace dos años en Galicia? Al igual que ocurre en Asturies, muchos de estos incendios son provocados por ganaderos para aumentar la superficie de pastos disponibles, como es el caso del autor de uno de los últimos incendios de Ourense. Medidas como el acotamiento al pastoreo en los montes quemados podrían servir para disuadir en parte el uso de estas prácticas, pero al menos en Asturies, nuestros gobernantes han levantado esos acotamientos, siguiendo como es costumbre las peticiones de los propios ganaderos (perdón, las exigencias).
Pero aparte del tremendo daño medioambiental, la extinción de incendios es muy costosa. Como ejemplo, sólo la extinción del incendio que se produjo este verano en la zona de Oia costó casi 600.000 euros. ¿Y quien pagará esa factura? Pues todos nosotros, que mientras vemos como se reducen los presupuestos en educación, en sanidad o en cultura, gastamos el dinero en poner parches a un problema cuyos responsables son conocidos.
Hace falta una estrategia seria para evitar los incendios, para detener y condenar al ostracismo a los culpables, porque recordemos que aunque algunos, como el propio Ministro de Medio Ambiente, intenten convencernos de que el monte se quema porque "ya no se limpia", o porque "hay mucho matorral", lo cierto es que el monte se quema en el 99% de los casos porque un individuo le prende fuego. Le recomendaría a este señor y a otros muchos que comparten su opinión que se lean este artículo de Rolando Rodríguez sobre el tema.