Cuando los valores éticos se sustituyen por los bursátiles

Publicado el 06 diciembre 2016 por Didiber @dberloso


No sé si es el enfrentarte a  leer las noticias que cada día hacen que me replantee esta forma que tiene el mundo de funcionar, que veo necesario (necesidad propia) de hacer una reflexión sobre el cómo hemos llegado a esto.

Vamos a empezar despejando las dudas que podamos tener sobre el término “neoliberalismo”. Básicamente es una ideología que defiende entre otras cosas: la liberalización de la economía, que se consiguió eliminando regulaciones estatales, privatizando empresas públicas y reduciendo el gasto público; por ejemplo eliminando  gran parte de ayudas  estatales como las subvenciones. También defiende el libre comercio, lo que implica que no haya trabas en los agentes que pueden entrar en un mercado, libertad de precios, de horarios, de ventas en otros países. Seguro os suena esa libertad que tienen muchas empresas para afincarse en otros países subdesarrollados donde llevan a cabo su producción a un bajo coste para luego venderla tres veces más cara en países desarrollados. Eso ha sido gracias al libre comercio, entre otras cosas.
Digamos que el neoliberalismo, se traduce en una pérdida del poder que tenían los estados para hacer sus políticas a favor de un mayor poder del sector privado, es decir, que ahora son los agentes externos al Estado quienes ponen las reglas. La ideología neoliberal, tomó forma primeramente en los gobiernos de Pinochet, Reagan y Thatcher.
La labor fundamental del sistema financiero es la de canalizar el dinero de los ahorradores hacia la inversión, a través de préstamos. A finales de los 60, tras la crisis del fordismo y junto con la crisis del petróleo, hubo en las economías una pérdida de rentabilidad, y eso llevó a un incremento de la inflación. El sistema financiero sufrió un golpe en sus márgenes comerciales, ya que como hemos visto en otro artículo anterior, la inflación produce una pérdida del poder adquisitivo del dinero, por lo que en términos reales, los prestamistas (bancos) veían disminuida su inversión.
 La baja rentabilidad que daba la inversión en el sistema productivo, llevó a que buscaran otras alternativas de inversión. Con ayuda de las políticas monetarias de los bancos centrales (gracias a la aplicación del neoliberalismo) empezaron a subir los tipos de interés  para recuperar las tasas de ganancias y fomentar también la inversión en productos financieros, que no tenían nada que ver con las inversiones en economía real. La subida de tipos de interés, provoca que  las inversiones vayan a mercados de capitales en detrimento de los mercados reales, que son de los que se benefician las personas. En este contexto, entendemos como el desempleo y la desigualdad toma mayor peso.
(Una inversión en economía real sería por ejemplo, financiar la construcción de unas viviendas, compra de materiales, créditos que dan liquidez para fomentar procesos de fabricación etc)
Los bancos, ante esta situación, en la que ven que empresas van a financiarse a los mercados  emitiendo bonos y/o acciones en lugar de pedir préstamos, y que los pequeños ahorradores, ya no depositan su dinero en depósitos, sino que también se ven atraídos por invertir en el mercado de capitales, crean diferentes productos con los que conseguir canalizar el ahorro y revalorizarlos. Surgiendo así los fondos de pensiones, fondos de inversión, fondos soberanos, fondos de capital riesgo etc, que se convierten en inversores institucionales, ya que recogen fondos de miles de pequeñas inversiones para buscar valores en los que invertirlos y sacarles la máxima rentabilidad.
Pero todo esto no solo afecta a la forma de comportarse de los bancos, también las empresas al estar parte de su capital depositado en bolsa, ya las decisiones que toman en gran medida,  van orientadas a obtener el máximo beneficio para sus inversores, implique eso lo que implique para el resto de la sociedad.
Cuando la financiación de un Estado (a través de emisión de deuda pública) depende de que los mercados vean conveniente o no, comprar esa deuda, empieza a dejar de lado los valores éticos a favor de los bursátiles. Cuando el consumo de un país no se incrementa porque suban los salarios, sino porque las entidades financieras ofrecen créditos, y hace que una persona que gane 1.000€ se gaste 1.500€,  entonces no se da un crecimiento real, y cuando de corte el crédito, habrá un retroceso económico. Cuando el sistema financiero ofrece rentabilidades más altas que el sistema productivo,  actividad económica estará dominada por la  especulación y las crisis que ella conlleva.
A título de reflexión, por todos es sabido, que nadie se enriquece si otro no pierde. Parece que este sistema no funciona, no funciona cuando favorece a unos pocos. Para los que estamos del lado cómodo, parece que no nos importa. Basta con viajar a otros países, con leer lo contrario a lo que sale en las noticias, para darse cuenta de que hemos creado un mundo donde la desigualdad es la base y donde los derechos humanos se van quedando por el camino. Quizás algún día, nos demos cuenta de que cambiando nuestra forma de consumir, de votar, de nuestras decisiones a la hora de vivir al fin y al cabo, se puede dejar un mundo con otros valores a los pequeños que vengan.
Me despido con una frase de Noam Chomsky,
Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, entonces aún hay posibilidades de cambiar las cosas”