Cuando los virus atacan, o sobre la capacidad de delegar

Por Sandra @sandraferrerv

Hoy a sido uno de esos días para olvidar. De hecho, desde ayer por la tarde, para ser más exactos. El domingo después de comer empecé a sentir un dolor de cabeza insoportable y un malestar sospechoso en la garganta. Como si me hubiera atropellado un camión, tenía todos los huesos doloridos. Aunque me pasé la tarde sin salir de casa y poder disfrutar de mis pequeños, la noche ha sido horrorosa. Vamos, que la fiebre y el martilleo en mi cabeza no me han dejado pegar ojo. Así que esta mañana, tal cual me he levantado, un terrible dolor en las sienes y un mareo horroroso me han obligado a volver sobre mis pasos a meterme debajo del nórdico. Ahí he estado hasta media tarde. La cuestión es que no he podido ir a trabajar ni hacerme cargo de mis hijos. Lo primero que he pensado esta mañana ha sido intentar coger el coche y llevarlos al colegio y luego ya vería. No quería ni oír hablar de ayuda. Y como soy un tanto tozuda, me ha costado convencerme a mi misma de que, como decía precisamente hace unos días, no soy una superwoman y que a veces sí, me pongo enferma como cualquiera de nosotros. Entre martilleo y martilleo pensaba en los uniformes, las mochilas, los zapatos, los clips de mi pequeña sin plantearme que mi marido tampoco es tan inepto como para no ser capaz de vestirlos y llevarlos al colegio. Tampoco estaba del todo convencida de que mi padre los fuera a recoger, ya me encontraré bien entonces, pensaba yo, toda ilusa. La cuestión es que, a pesar de que la responsabilidad de nuestros hijos es evidentemente nuestra en un porcentaje elevado, su padre y el resto de la familia también están totalmente capacitados para hacerse cargo de los niños en algún momento determinado. Es bueno que sepamos parar. Hubiera sido una irresponsabilidad en el estado en el que me encontraba, llevarlos en coche al colegio. Pero reconozco que lo he pasado mal. Cuando han llegado por la tarde de casa de sus abuelos, mi pequeño gran hombre me ha dado un gran abrazo y me ha dicho que le había gustado que su padre lo llevara al colegio pero que lo que quería era estar conmigo. Así que en cuanto se duerma mi Pequeña Foquita quien, en vez de estar en brazos de Morfeo, esta roncando en brazos de su madre, me voy a tomar algo y a meterme en la cama porque espero que mañana pueda volver a mi tan querida rutina. Porque, lo reconozco, en esto de ser madre, me cuesta mucho mucho, delegar.