Y aún me hastío más cuando miro esas pancartas llenas de caras sonrientes photoshopeadas hasta la extenuación. Esas caras me están mirando. Me miran en primera persona. Piden mi voto. No importa si el resto de la larguísima legislatura -aunque esto viene ya de antes– se han reído de mí en mi puta cara (perdonen, pero así es como lo siento). No importa si me han ignorado como ciudadana (tan solo en mis derechos, que mis deberes bien que me los recuerdan). No importa si han cercenado nuestro futuro. No importa si han ignorado nuestras peticiones. No importa si han empujado a la gente a irse huyendo de este país. No importa si han privatizado hasta el aire que respiramos. No importa si sus prioridades han sido los bancos antes que las personas. Ahí están. Ahora tienen la desfachatez de mirarme a los ojos y pedirme que les vote. Pues sigan mirándome. Yo voy a ir a votar. Mírenme bien mientras lo hago. Luego, que sea lo que tenga que ser.
P.D.: La foto es mía, la hice en Lanzarote, y me he inventado un título de lo más profundo: “La belleza de la democracia”. ¿Lo pillan? Es “mu bonica”, pero puede pinchar. Era eso o poner la foto de algún cartel con la cara de algún personaje del mundo de la política. Y va a ser que no.