Allá por el siglo XIX, había mucho temor a ser enterrado vivo. Entonces, era frecuente exhumar una tumba y encontrar evidencias en el nicho (arañazos, rostros contraídos con muecas de horror) que denotaban que el difunto había sido enterrado vivo. Para prevenir ese dramático final se colocaba un tubo que comunicaba el ataúd con el exterior, y ,a través de él, se pasaba una cuerda atada a una campanita. Si el muerto no era tal, podría pedir auxilio.
Se cuenta que un viejo sepulturero escuchó un lejano y débil tintineo mientras hacía su ronda nocturna por el cementerio del pueblo. El anciano avanzó siguiendo los tañidos que cada vez se percibían más fuertes, hasta llegar a una lápida con una pequeña campana colgando en la parte de arriba.
El experto sepulturero se acercó al tubo y preguntó: —¿Quién está ahí?. ¿Cómo te llamas?
De lo más hondo de la tierra surgió un tenue voz.
—¡Miguela! ¡Miguela Illescas!
—Oye Miguela -dijo el sepulturero- aquí dice que fuiste enterrada el 9 de noviembre de 1814, ¿es cierto?
La débil voz confirmó la fecha. Entonces, el enterrador bajó los párpados y sonriendo para sí dijo:
—Sabes Miguela, hoy es domingo 26 de febrero de 1815.
La voz calló al instante.
—No sé quién o qué eres pero estoy totalmente seguro de que no eres Miguela Illescas. Así que vas a seguir enterrada.
El anciano sepulturero arrancó la campanilla y siguió su ronda.
La leyenda viene a mi memoria cuando, días atrás, escuchamos, de nuevo, el campanilleo de los socialistas catalanes: “los socialistas propondríamos al conjunto de los españoles otros instrumentos democráticos (por ejemplo, una ley de la claridad como la canadiense) que establecieran la condiciones para, si procede, verificar el apoyo ciudadano a una eventual secesión“. Miento si les digo que me ha sorprendido aunque no sé si al sepulturero del PSOE, Pedro Sánchez, le habrá pasado lo mismo o si habrá sentido temblar la tierra bajo sus pies.
El baile de Miquel Iceta suena a la “yenka”: izquierda izquierda, derecha derecha, delante detrás, un dos tres. Es decir, una baile en el que saltas de un lado al otro, para el que, como dice la canción, no hace falta pensar. Presentar en estos momentos una ponencia para recuperar el “dret a decidir” no deja de ser un salto sin pensar, sin saber a dónde vas. Y un error estratégico de bulto que cuesta de entender en una mente, supuestamente bien amueblada, como la de Iceta.
Veamos. Si condicionamos el referéndum al hecho de que la futura reforma de la Constitución no sea votada mayoritariamente en Cataluña, ¿alguien duda de que el soberanismo la va a rechazar por muy buena y generosa que sea ? Si algo ha acreditado el independentismo es su capacidad para disponer de capital y medios de comunicación que le permitan posicionar sus mensajes y movilizar a las masas a su favor.
Uno entiende la necesidad de recuperar el espacio político perdido; incluso, que tengan necesidad de marcar distancias con el PSOE. Pero no es aceptable que para ello ponga en peligro la convivencia, la estabilidad y el bienestar de catalanes y del resto de los españoles. En mi modesta opinión, acertó el PSC en enterrar el referéndum y acertará si procura rentabilizar la parte positiva (no existe el perjuicio absoluto) de su escisión puesto que enterrar el ‘dret a decidir’ supuso empezar a cavar la fosa del independentismo. ¿Qué quiere resucitar ahora Miquel Iceta?
Mientras tanto, a la espera de respuestas, muchos nos preguntamos:¿cuándo murió el PSC?
José SIMÓN GRACIA
La entrada ¿Cuándo murió el PSC? aparece primero en JSG LITTERAE jsimon