Cuando no terminar es la mejor opción productiva

Por Elgachupas

Foto por H. Michael Karshis (via Flickr)

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

Hace unos días un lector me comentaba por Twitter que tenía un proyecto personal en el que había invertido mucho tiempo. El caso es que después de tanto tiempo trabajando en él ya no tenía el mismo interés, y estaba en la disyuntiva de si seguir –ya le quedaba poco para terminarlo–, o abandonar.

Uno de los principios productivos más importantes es terminar siempre lo que se empieza. Efectivamente, algunas personas tienen la mala costumbre de empezar muchas cosas y no terminar ninguna. Este hábito, mucho más común de lo que nos imaginamos, no sólo es una pérdida de tiempo y de recursos personales lamentable. Además nos impide alcanzar metas de verdadero valor, y nos produce una eterna sensación de que no avanzamos en la vida. Al final, todo ello desemboca en infelicidad y frustración.

Pero, ¿es este principio inmutable? ¿De verdad siempre la mejor opción es terminar lo que se empieza? Bueno, como todo en esta vida, existe una excepción.

A veces, especialmente cuando se prolongan demasiado en el tiempo, los proyectos pueden perder su sentido original. Si algo hay seguro es que nuestra forma de pensar, nuestros gustos y metas, cambiarán con el tiempo. Cuando un proyecto se lleva arrastrando por meses, o incluso años, no tiene nada de extraño que pierda parte del valor que inicialmente tenía. En situaciones como esta debemos pensar seriamente sobre el costo de continuar o de abandonarlo definitivamente.

No es una decisión fácil, lo sé. Cuando hemos invertido tantos meses de nuestra vida en un proyecto, la tendencia natural es continuar a toda costa. La duda nos corroe y pensamos: “¿cómo voy a dejarlo ahora? ¡Sería tirar a la basura todo el tiempo que le he dedicado!”. Es comprensible. Sin embargo, ese no es el razonamiento que debemos hacernos. Lo que en realidad debemos pensar es si lo que vamos a obtener cuando el proyecto esté terminado vale el tiempo que debemos invertir para terminarlo.

En economía existe un concepto llamado coste de oportunidad. Cuando adquirimos un bien, no sólo estamos incurriendo en un coste económico –lo que pagamos por él–, sino en un coste de oportunidad –lo que dejamos de comprar para adquirir dicho bien. Extrapolando este concepto a la productividad, emplear nuestro tiempo y recursos personales en un proyecto implica necesariamente que debemos renunciar a trabajar en otros, que pueden tener igual o más valor.

Cuando nos enfrentamos a la decisión de si seguir dedicando tiempo o no a un proyecto, lo que en realidad debemos preguntarnos es si hay algún otro proyecto que pueda darnos en este momento mayor valor que el proyecto que tenemos entre manos. Si la respuesta es positiva, no debemos dudarlo ni un instante: hay que abandonar. Por mucho que nos duela, abandonar es la mejor opción desde un punto de vista productivo.