Forges
¿Cuándo nos engañaron a las mujeres? ¿En qué momento nos convencieron de que lo importante era salir fuera, ser independientes? ¿De qué manera modelaron nuestro cerebro para que entendiéramos que lo verdaderamente importante es que debíamos ser profesionales de éxito?
No sé si fue un chip que comenzaron a implantarnos en los años 30 o si fue por el elevado número de víctimas (masculinas) que se cobraron las dos grandes guerras…Ni idea pero, sinceramente, tengo muchas dudas de que hayamos ganado en algo.
Las mujeres de hoy soportamos sobre nuestros hombros no sólo las tareas que tenían nuestras abuelas: educar a los hijos, mantener el hogar caliente y limpio, atender y mimar a nuestro hombre…; sino también el peso de tener que demostrar constantemente lo perfectas y maravillosas que somos. Inteligentes, guapas, independientes, divertidas, profesionales, eróticas, sensuales, cariñosas…
Sí, ahora damos dos por uno. O mejor dicho, dos por medio, porque con la incorporación de la mujer a la vida laboral aumentó la oferta y con ésta bajaron los precios, esto es: los salarios. Sí, ahora, para ganar lo que ganaba el “cabeza de familia” y mantener a la familia, hombre y mujer tienen que salir a buscarse el pan. Con un sueldo no da. Mientras, las empresas tienen dos trabajadores por el precio de uno. ¡Menudo avance!
Aunque muchos hablen de igualdad la realidad es que nosotras, las mujeres, cobramos menos que ellos, tenemos que demostrar el doble para que nos tomen en serio, debemos reivindicarnos constantemente, pelear hasta la saciedad y todo ello con una sonrisa en la boca… Encima nos sentimos malas madres y malas esposas porque no llegamos a todo, porque nos perdimos aquella actuación en la que nuestro hijo hacía de pastor, porque no sonreímos todo lo suficiente ante los éxitos de nuestro compañero o no le acariciamos todo lo necesario ante sus fracasos… Chicas, sinceramente, creo que nos han engañado… y mucho.