Sí, amigos, aunque parezca mentira -al menos a mí sí me lo parece-, Cuando pase la tormenta ha desembarcado en la Embajada de Kenya. No hace falta que os diga lo feliz que me siento, ¿verdad? Lo cierto es que decir que estoy sorprendida y emocionada no es suficiente para expresar mi estado de ánimo. Y todo se lo debo a un gran amigo, Eduardo Guaylupo, antiguo compañero del periódico La Razón -donde antaño trabajábamos juntos cubriendo una página de Cuerpo Diplomático en España-. Él ha sido quien, motu proprio, se ha encargado de difundir en el pequeño trocito de ese maravilloso país que tenemos en la capital la existencia de un humilde libro romántico, ambientado en su mayor parte en Kenya. ¿Quién me iba a decir, años atrás, cuando ambos compartíamos canapés y apretones de manos con lo más granado del Cuerpo Diplomático destinado en España, que algún día sería yo la persona recibida en audiencia por alguno de esos ilustres embajadores? Pues ya veis, así será, puesto que el próximo 26 de abril, el Excelentísimo Señor Brawel Waliaula Kisuya, me recibirá en su despacho de la calle Jorge Juan. Y es que, hay quien cree en las casualidades; yo no lo hago. Pero lo cierto es que, hace apenas unas semanas, y después de casi seis años que no manteníamos contacto alguno, Guaylupo me llama un día a mi casa para interesarse por mí y mi nueva etapa profesional fuera de los Medios de Comunicación. Como no podía ser de otra manera, después de un buen rato saltando de un tema a otro para ponernos al corriente de los últimos avatares de nuestras respectivas vidas, termino confesándole -casi con una nota de bochorno- que acabo de publicar mi primera novela. A partir de ahí, ésa fue nuestra única conversación, una vez que mi amigo superó el estupor por la noticia, claro está. «Kenya -dice él-, ¿has hablado con la Embajada para presentarles tu libro?». No me quedó más remedio que admitir que se me había pasado por la cabeza cientos de veces, pero al final nunca me había atrevido. Y es que, a pesar de mi innato descaro y de que se supone que mi bagaje profesional debería de darme más tablas a este respecto, soy penosa para «venderme» a nivel personal. Sin embargo, el destino suele tenderte la mano de vez en cuando y colocar en tu camino las armas o las personas que han de allanarte el camino. Y Eduardo, ni corto ni perezoso, después de leerse mi novela, ha decidido hablar con el embajador de Kenya en España quien, al parecer, se ha quedado tan sorprendido por mi osadía que me ha decidido recibirme en audiencia para conocerme. Ni que decir tienes que estoy emocionada y nerviosísima. Pero si nada lo impide, allí me presentaré, previa ducha en tila -por dentro y por fuera- y una tortillita de Valium como desayuno, para hacerle entrega oficial de un ejemplar de la novela. ¡Las vueltas que da la vida! Estoy que no me lo creo ni yo. Y mientras llega el señalado día, por los despachos del personal del equipo del señor Waliaula ya anda rondando algún que otro ejemplar de Cuando pase la tormenta, incluido el de mi amigo, que se ha quedado sin él; lo que me ha sumido en un estado entre ojiplática y atacá, a la espera del veredicto que recibirá de los auténticos oriundos del país. Pero, Eduardo, tú no te preocupes, que yo te regalaré otro. Pues no faltaba más, después del enorme favor que me has hecho. Por eso, como no se me ocurría otra manera de darte las gracias, he decidido hacerlo de la manera más pública que tengo a mi alcance, que este este Blog.Nota.- La tarta que aparece en la imagen fue un regalo virtual de una gallega muy especial, Teresa María Vázquez, que me la envió el pasado mes con motivo de mi cumpleaños. ¿A que es una chulada? ¡¡No hay mejor regalo que los amigos!!