Cuando sea delgado/a seré feliz

Por Sentir @menjasa1

No sabes muy bien cómo ha pasado pero en los últimos años has ido ganando peso casi sin darte cuenta. Lo notas sobre todo en la ropa que ya no puedes ponerte, cuando te ves en las fotos o cuando te miras al espejo antes de entrar en la ducha. Sí, has engordado y no te gustas.
Ya hace tiempo que no te sientes cómoda en reuniones sociales, piensas que la gente te ve gorda y eso te hace sentir mal. Estás incómoda cuando tienes que comer en público porque crees que los demás se fijarán en si comes mucho o comes poco.
Tampoco te sientes a gusto con tu cuerpo y por eso sueles escoger ropa más bien oscura o ancha, que te permita disimular aquellas partes de ti que no te gustan. En el trabajo te sientes insegura, ya no tienes tanta iniciativa como antes y piensas que no das una buena imagen para la empresa y que los clientes te ven desmejorada.

De lo que sí estás segura es de que la solución a todos estos problemas es perder peso, por lo que llevas ya varios años intentando todo tipo de dietas y muy preocupada por la comida y las calorías. Adelgazar es el objetivo principal de tu día a día y por ello dedicas mucho tiempo y recursos a mejorar tu alimentación. Todo sea para conseguir ser delgada y así poder ser feliz.

De hecho, estás tan centrada en la comida que cada vez sales menos, no vas a mirar ropa ni te dedicas tiempo a ti misma. Total, piensas, me espero a cuando esté delgada y así me sentiré mejor con mis amigos, me podré comprar ropa que me guste y me apetecerá mimarme porque me gustará mi cuerpo.

Este pequeño relato nos puede resultar familiar. Tal vez lo hemos vivido nosotros mismos en algún momento o lo estamos experimentando actualmente. Quizás conocemos a alguien que se encuentra en esta situación. En este caso lo hemos recreado en femenino, pero evidentemente es aplicable a ambos sexos.

A veces esperamos que la consecución de un objetivo nos llevará, per se, a la felicidad absoluta. Y en este caso concreto, que el día que consigamos ese peso deseado seremos, de repente, mucho más felices. Pero nos olvidamos que el camino hasta el objetivo no es un simple trámite sino que es tiempo que no estamos valorando. Es un tiempo que lo pasamos evitando situaciones incómodas, escondiéndonos bajo la ropa y entre las cuatro paredes de nuestra casa. Es un tiempo en el que estamos viviendo sin vivir.
Y es justamente este “vivir en stand by” lo que nos hace infelices, y no nuestro peso. Nos escondemos detrás de unos kilos de más para evitar afrontar nuestro día a día y eso nos hace sentir incapaces e insatisfechos.


No somos infelices por unos kilos de más, es la infelicidad la que nos dificulta la pérdida de peso
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No nos damos cuenta de que estamos aplicando la fórmula contraria. No somos infelices por tener unos kilos de más, es la infelicidad la que nos dificulta la pérdida de peso. Si pongo mi cuerpo de barrera entre yo y el mundo me perderé muchas experiencias enriquecedoras, me encerraré en mí mismo y no me sentiré bien. Y es justamente cuando no estamos satisfechos con nuestra vida cuando aparece el riesgo de compensar estas carencias con la comida, que nos produce una recompensa inmediata, nos calma y reconforta. Por lo tanto, es más fácil seguir una alimentación equilibrada cuando tenemos una vida que nos llena y nos ilusiona.
Si nuestra vida gira alrededor de la comida perdemos de vista todo lo demás y es justamente eso lo que nos impide seguir unas pautas alimentarias. Si intentamos cuidar todos los ámbitos de nuestra vida nos sentiremos satisfechos y capaces de cuidar también nuestro cuerpo y nuestra salud.