Vivimos en un país sepultado no solo por los escombros que han dejado los años dorados del cemento y el ladrillo, sino también por la enorme inmundicia moral de la que, ni asomando la cabeza, llegaremos a respirar algo que no huela a mierda. Los telediarios se han convertido en meros panfletos de la política, repleta de personajes corruptos que se pasean por la geografía española cada fin de semana para darnos "la charla", que viven alejados de la realidad que sufre su país y que son incapaces de ir más allá del "y tú más" en cada una de sus intervenciones públicas. Vivimos en un país que permite la apología de la dictadura franquista y se pasa por la entrepierna los crímenes cometidos durante esos cuarenta años en los que hubo gente que vivió plácidamente. Vivimos en un país en el que algunos políticos se apropian de los símbolos de todos para envolver su mensaje, vomitado en una neolengua que todo lo enmascara y que convierte, a quien no lo comparta, en antiespañol y antipatriota.
Me pregunto cuántos de ustedes habrán dicho, alguna vez, "qué asco de país", cuando no es España lo que les asquea, sino toda esta chusma que da lecciones de patriotismo español, toda esta mediocridad que hemos elegido y reelegimos, manteniéndola en el poder. Quizás por eso hay personas a las que, entrando en el juego de confundir nacionalidad con responsabilidad ciudadana, ser español les da mucho asco.