Cuando todo fluye

Por Marperez @Mari__Soles

A veces temo despertar y descubrir que  he estado rodeada de cámaras ocultas, que todo lo que me pasa forma parte de un guión que otros escriben y que yo ejecuto como le ocurría a Truman Burbank (el protagonista de la película El Show de Truman).

Hoy se suponía que iba a asistir a una clase de coaching. Sería la segunda vez, en menos de dos semanas, que iba a tener la suerte de disfrutar en vivo y en directo de las enseñanzas y consejos de ese tipo de entrenadores-animadores. SE SUPONÍA.

Por el camino iba pensando en esto. Solo nos habían dicho su nombre: Ricardo. Busqué en Google (el santo remedio de moda para crisis de curiosidad) y encontré el perfil de un coach con ese nombre que trabaja en esta zona del país. Un hombre joven, de aspecto serio y cuya trayectoria profesional se había desarrollado, principalmente, en el Ejército. De un ex-nadador a un ex-militar. Dos dedicaciones que exigen darlo todo y más, y de las que se puede aprender mucho si hay alguien que sea capaz de extraerles las enseñanzas de la forma más positiva y útil, como deben hacer quienes se dedican al coaching.

De Laín, ex deportista de élite, me queda, sobre todo, la primera frase que me removió y me hizo darme cuenta de que estaba en el lugar y momento oportunos y frente a la persona adecuada: “el jugador que se queda sentado en las gradas durante el partido, ni juega ni gana”. A veces, solo necesitamos que alguien nos recuerde lo que tenemos que tener muy presente,  cada cual por sus propios motivos. Hay que salir al terreno de juego, y hay que hacerlo con todas las ganas y con todas las consecuencias. Hay que ir a darlo todo y más si se quiere conseguir algo. Y hay que saber elegir el equipo al que queremos pertenecer.

Del coach que se suponía que iba a darnos clase hoy, no sabía qué esperar.  Y, como suele pasarnos cuando no tenemos suficiente información, me creé mis propias expectativas. Olvidé por un buen rato algo tan simple como que crearse expectativas es perder el tiempo y sembrar posibles frustraciones. Mi mente hilvanó lo poco que sabía (coaching + Ejército + consejos) y confeccionó su propia hipótesis: nos hablará de estrategia. Y pensé que eso me vendría muy bien, y que qué casualidad que mis dos últimos posts del blog giraban en torno a ese tema.

Pero, como suele ocurrir, al Universo no le gusta ser tan previsible. Prefiere darle un pequeño giro para hacernos cosquillas antes de decir “bueno, vale, aquí tienes lo que me pediste”. Si lo pides con cariño te hace caso, y todo. Es así, mimoso y con ganas de jugar, aunque a veces no estemos de humor para sus juegos. Así que hoy, exactamente en el momento en el que yo estaba entrando por la puerta del aula, el que se suponía que era coach, que estaba a unos centímetros de mí, le dijo a otra persona “que te quería decir… que yo no soy coach. Soy psicólogo”. Así, tal cual, en ese mismo instante en el que yo pasaba por delante de él y cruzaba la puerta. Y tampoco era el ex-militar que yo había encontrado en Google, cuando estuve investigando por mi cuenta.

Me senté en mi silla con los ojos como platos, más expectante aún. Y lo primero que hizo el psicólogo que se suponía que era coach fue decirnos, en la introducción, que venía a darnos estrategias. Así, tranquilamente, volví a sentir, como me había ocurrido con Laín, que estaba en el lugar y momento oportunos y frente a la persona adecuadas, y confié. Todo tiene sentido, aunque a veces tarde en manifestarse.

De ambos me queda una extraña y maravillosa sensación que choca con lo que veo últimamente. Hace tiempo escribí sobre ello. Creo que se está haciendo un enorme trabajo para limpiar todo lo que las redes de corupción, poder, sectas, grupos secretos, gobiernos, etc. habían estado ensuciando durante tanto tiempo. En contrapartida, cada parte interesada en que sus suciedades no salgan a la luz están trarando de sembrar en nuestras mentes el miedo, las dudas, la desconfianza en todo y en todos. Ya no podemos fiarnos ni de nuestra sombra: cada día descubrimos nuevas mentiras, fraudes, catástrofes, alarmas, recortes, atrocidades, injusticias… Pero el trabajo de limpieza debe continuar para poder finalizar el saneamiento y el cambio. Por eso, siempre pensé que surgiría algún tipo de moda o corriente que se encargaría de reconducirnos y reconstruinos. Y ahí están: un paso más allá de la crisis y las pérdidas viene la reconstrucción de la mano de (entre otros) el coaching aplicado a las personas y a las empresas.

Tal vez tenga razón Daniel Estulin y toda esta época que estamos viviendo no sea más que un plan del Instituto Tavistock para llevar a cabo sus experimentos. A lo mejor nos están pasando por un proceso de selección para elegir a quienes sean más dignos/as de sobrevivir en un mundo cada vez más arrasado y en el que, según ellos, sobran tantas personas. ¿Quién podría descartar absolutamente esa hipótesis?

Sea como sea, tanto si es programada como si surgió de forma natural para cubrir carencias, el coaching es la corriente que apuntala la motivación de muchas personas para ser como esos jugadores y esas jugadoras que sí salen al terreno de juego a darlo todo y más y lo hacen usando estrategias positivas para mantener el diálogo con el universo o con su propia alma (llámalo como quieras: un día te darás cuenta de lo que es).


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