Cuando tú no estás -relatos cortos-

Por Orlando Tunnermann



Cuando tú no estás, la mirada se me torna túrbida y famélica de tu presencia y mi infausta silueta se convierte en lamento y sombra ciega que diera tumbos por los laberintos aciagos del averno.
Eres mi cayado y el epicentro de mi universo. Todo gira en torno a ti, como si yo fuera un nimio satélite y tú, el sistema solar.
Mi sonrisa es aprendida, se contagia de la tuya, y cuando me muestro ufano y omnisciente, omnímodo y conspicuo, no soy sino un reflejo de ti, un discípulo sobresaliente.
Soy el fruto maduro de tu cariño, comprensión y generosidad, y has convertido los eriales de mi alma en páramos de exuberante vegetación.
Mi corazón es un rapsoda que recita odas y canta con la voz de los aedos. He aprendido el lenguaje del amor y la pasión con las manos inertes de los muertos, y mi cuerpo se ha tornado volcán cuando tan acostumbrado estaba a los yertos paisajes de la soledad.
Cuando tú no estás, me circuyen las brumas calinosas y no veo las manos que antes me sujetaban y mantenían enhiesto.
El suelo que pisan mis pies parece un océano infructuoso que quisiera devorarme para borrar mi anodina existencia y mi nombre insustancial.
Cuando tú no estás el aire que inhalo se transforma en ventisca y el aire que exhalan mis pulmones es una vaharada de escarcha glaciar.
Los colores de las cosas son cortinas grises cuando tú no estás y la música, el rugido del vendaval que destroza mi coraza de impermeabilidad.
Flaquean mis piernas zancudas y patizambas por miedo a caminar sin ti a mi lado, y se apresuran a tu encuentro para nutrirse de calor y valor.
Eres mi universo y mi universo eres tú. No veo nada cuando tú no estás; me siento desnudo y mudo, apenas un vocablo con sentido escapa de mi boca de trapo: es tu nombre épico y glorioso, como una sinfonía, hermoso como un amanecer, fragante como una rosa…
Cuando tú no estás yo desaparezco como un bajel de papel en una tormenta. Mi memoria se aferra a las márgenes de tu recuerdo, donde siempre brilla el sol y las olas del mar relucen como diamantes de plata.