El cautiverio…
En mi vida siempre ha habido animales, mi madre y yo siempre hemos tenido compañeros peludos, muy pocos han sido por adopción, la mayoría solo llegaron y a pesar de que a veces no había nada para comer, ahí se quedaron.
A algunos animales los recuerdo más que a otros, pero gracias a las memorias de mi mamá, siempre tengo una imagen clara de lo especiales y mágicos que fueron todos en nuestra vida.
La mayoría tuvieron finales trágicos. Poco más de la mitad de nuestra vida hemos sido personas muy pobres, apenas con los instintos naturales de conservación, en aquellos tiempos nunca habríamos pensado en que, por seguridad, un animal no debería salir a la calle sin supervisión y correa, y la verdad es que aún hoy no pensamos así, lo cierto es que somos más conscientes de los peligros que enfrenta un animal, y que tal como con un niño hay que brindarles una atención especial.
“Un video en Facebook sobre unas hélices para jardín para evitar que los gatos escapen”. He tenido tantos gatos a los que he amado con locura que entiendo el concepto de no querer dejarlos ir, pero de inmediato pienso en lo que mi amor sobreprotector significa para ellos. Una vida en cautiverio no es vida, a mi gato le fascina dormir en el techo de la casa o revolcarse en el pasto del jardín de la colonia y cómo adoran seguirme a la tienda como si fueran perros. Si los pobres se tuvieran que atener a que yo tenga tiempo y ánimos de pasearlos, mínimo saldrían una sola vez al día y pienso, quizá morirían de tristeza o al menos pasarían viviendo su vida en depresión y ni siquiera me daría cuenta. A lo mejor solo hablo por mi propio sentir, quizá sí, no debería dejarlos salir.
A lo mejor he tenido suerte, mis gatos son listos (excepto uno), pero también a eso vino Moka, a cuidar de los gatos.
Y canelo… él casi muere salvando a uno.