Cuando un libro
abandona la mesa del autor, cambia. Incluso antes de que nadie lo lea, antes de
que se posen en una sola frase los ojos de alguien que no es el creador, el
libro queda alterado irremediablemente. Se ha convertido en un libro que puede
leerse, que ya no pertenece a su hacedor. Ha adquirido, en cierto sentido,
libre albedrío. Realizará su viaje por el mundo y el autor ya no puede hacer
nada al respecto. Incluso él, al ver sus frases, las lee de manera distinta
ahora que pueden ser leídas por otros. Le parecen frases distintas. El libro ha
salido al mundo y el mundo lo ha rehecho.
Salman Rushdie, Joseph Anton