Cuantificar la emoción

Por Bcmt

Soy de esas personas que no temen la tecnología. Me encanta ver cómo se constituyen grupos de intérpretes de i-pads o i-phones. Y me divierte muchísimo escuchar las grabaciones de los robots de Toyota imitando a una banda o a un violinista. No temo por el pasado, muchísimo menos por el musical. Estoy segura de la visión de futuro que aún reside en la caja de un piano Steinway y en las obras, tan matemáticamente concebidas, de J. S. Bach. No me planteo la vida en términos de elección: esa tradición musical o la tecnología punta. Para nada. Me quedo con todo.    Dicho esto, no sé yo si Toyota no necesitará, para su banda de robots, una clasecita de música bien antigua (1967), en blanco y negro, en vivo y directo: Miles Davis Quintet Live in Europe.Solo verles salir al escenario me emociona: la mirada de Davis ya centrado, su sonrisa de complicidad con el pianista. Su postura que refleja un altísimo grado de concentración mental y física. Y cuando veo sus dedos ágiles y tan precisos, coordinados como si fueran uno con su propia respiración, con el fondo de piano y batería, las cuerdas del contrabajo… En los planos de cerca se ve muy bien cómo su atención auditiva es completa.Tengo por aquí otra joya del pasado que, como pianista, me llega al alma: Bill Evans Trio on Jazz 625. Lo mismo que en el anterior me gusta ver esa sobriedad que tenemos los músicos fuera del instrumento, y cómo, en cuanto nos sentamos al piano o cogemos las baquetas o apoyamos el contrabajo en el hombro… somos capaces de abrir las alas por completo.

Finalmente, ya sea Miles Davis o Bill Evans, el músico primero escucha, a una velocidad que ni él mismo podría cuantificar. En estos vídeos se aprecia perfectamente la concentración auditiva de todos los músicos y esa es mi pregunta: ¿tiene un robot la capacidad de escuchar de un músico? Va a ser que no.