Esta sencilla pregunta que en alguna ocasión nos la hemos podido decir unos a otros es la que nos sirve como punto de partida para la propuesta de nuestra invitada especia
Desde mi punto de vista creo que nos propone dos cosas muy sencillas, por un lado lo fácil que es criticar y dar “humildemente” nuestra opinión y por otro lado lo fácil que es también caer en las “garras” de los comentarios ajenos y terminar haciendo lo que nos proponen otros por encima de nuestro propio criterio.
La clave en el primero de los apartados es pedir permiso. Dar nuestra opinión no es malo, e incluso a veces sirve de ayuda. Lo verdaderamente importante es pedir permiso antes de soltar sin consulta previa cuál es nuesta opinión y sobre todo valorandola por encima de cualquier otra propuesta. Además, si pido permiso para dar mi opinión, he de estar preparado/a para que me digan que no quieren escucharla, o bien que aunque la hayan escuchada no me hagan caso. ¿Estamos preparados?
La segunda clave, es, cómo decían nuestras abuelas “hacer oídos sordos”, es decir, ser capaces de escuchar a los demás (a veces nos dan información que de otra manera no seríamos conscientes) y al mismo tiempo seguir escuchando nuestros principios que nos propone, nuestros valores,… aquello que es importante para nosotros/as. Si estamos convencidos… ¿porqué no perseverar en lo que creemos?
El cuento que nos propone Pilar se titula: EL ANCIANO, EL NIÑO Y EL BURRO. Y dice así:
Había una vez un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo. Llegaron a una aldea caminando junto al animal y, al pasar por ella, un grupo de jóvenes empezó a burlarse de ellos, gritando:
–¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y al cruzarlo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado, y empezaron a decir:
–¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y el pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano se bajó del burro y siguió el camino a pie, mientras que el niño lo hizo subido en el burro. Así llegaron a otra aldea. Cuando las gentes de la aldea les vieron, exclamaron escandalizados:
–¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante? El muchacho joven y sano montado en el burro mientras que el pobre anciano va caminando a su lado. ¡Qué vergüenza!
Como ya no sabían qué hacer, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel animal llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Pasaron junto a un grupo de campesinos que al verlos empezaron a vociferar:
–¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!
Apenados, el anciano y el niño se apearon del burro y optaron por cargarlo sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. Allí la gente se apiñó alrededor de ellos y entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
–Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas! Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!
Asustado por tanto ruido, el pobre burro se revolvió y echó a correr despavorido, precipitándose en un barranco y muriendo. El niño y el anciano se miraron muy tristes por la pérdida de su fiel compañero de viaje…
De esta sencilla historia extraigo dos conclusiones: no hagas las cosas por complacer a los demás y no critiques a otros a las primeras de cambio.
Sé tú mismo y actúa como creas que tienes que hacerlo. Hacer cosas que no quieres o en las que no crees sólo por contentar a otros no te garantiza ni la felicidad ni su amistad. Es imposible estar de acuerdo con todo el mundo y, al final, hagas lo que hagas, más tarde o más temprano, siempre habrá alguien que te acabará criticando.
No es justo juzgar a alguien sin conocer sus circunstancias. Eso que hoy tanto criticas a otro puedes acabar haciéndolo tú mañana.
Muchas gracias Pilar!!! Vuelve cuando quieras!!