¿Cuánto vale una mirada?

Publicado el 15 febrero 2013 por María Pilar @pilarmore

"El Grito" de Munch

Dicen que un gesto vale más que mil palabras, y yo digo: una mirada, ¿cuánto vale una mirada? Una brizna, un segundo, una eternidad. A veces nuestras miradas se debaten en un diálogo misterioso y profundo que sólo los que se quieren o se odian saben interpretar. Pero hay otras miradas, sin que medie el amor o el odio, que son turbias y saben a dolor, frustración y amargura.
Intentando cumplir —como cada año— con los buenos propósitos, he empezado a ir al gimnasio. Voy por la mañana porque pensaba que a esa hora estaría vacío, pero no; he coincidido con el pensamiento de mucha gente. Al entrar desprendiendo copos de nieve, un vigilante está indicando en la puerta que no se puede pasar al gimnasio con la ropa de calle, aunque vayamos con chándal. ¡Cómo para entrar, con las pintas que llevamos!
Estoy absorta esperando que abran el gimnasio, cuando unos brazos se mueven y cruzándose lentamente buscan sus axilas donde parece quieren esconderse. Capto la mirada de "compasión" de aquella que los sigue con insistencia con un punto de morbo y la expectación insana suficiente para proclamar sin voz: "Tú, ¿vas a hacer gimnasia en este grupo?".
Se ha puesto a mi lado.
—No lo mires, que te conozco — me increpa mi yo interior y sensato.
—Déjame en paz, es muy guapo —le contesto—Ya, ya, con que guapo, no es eso lo que te interesa.—Mira, el próximo día te quedas en casa que para incordiar yo solita me basto.—¡Jajaja! En casa, no te lo crees ni tú. ¡No se te ocurra mirarlo!
Me concentro en el espejo que ocupa la pared de enfrente y allí la mirada quiere desviarse sin tener que girar la cabeza. Una mirada maternalista, protectora, en compensación a la que acaba de recibir. ¿Es eso lo que necesita?
—¡Joder! lo has conseguido, he perdido el ritmo, la coordinación y… ahora soy yo el objeto de las miradas de algunos.—Por patosa.“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”.—Déjate de poesías, tú a lo tuyo. ¿No era uno de tus propósitos de año nuevo? Pues ¡vaya comienzo!—¡Qué pesadilla! – Y me ha salido en voz alta. Menos mal que la clase ha terminado.—Duro ¿Eh? —Me dice acercándose con una sonrisa de oreja a oreja— Ah, ¡gracias!
Lo que me faltaba, ha estado leyéndome el pensamiento.
—Oye ¿Por qué me das las gracias?
—Porque has sido la primera chica que ha estado más de una hora a mi lado sin mirarme esto, ni siquiera de reojo.
 Y levanta con desenvoltura los dos muñones que tiene por brazos desde que la guillotina de la fábrica de Fournier se los llevara por delante.