Cuántos ‘días después’ más hacen falta

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Para la mayoría de nosotros, la covid19 ni siquiera es nuestra primera pandemia. Sí es la más limitante en cuanto a nuestra movilidad y perspectivas futuras, simplemente porque las anteriores tuvieron otras vías de contagio o se han conseguido aislar en determinados países (para desgracia de las poblaciones víctima, que ven mermadas las investigaciones sobre tratamientos y curas por estar contenidas en un territorio). Las enfermedades mortales y globales han acompañado al ser humano a la largo de su historia (al menos de la que conocemos) y no hemos sido capaces, con toda nuestra prepotencia y supuesto reinado sobre el mundo animal, de eliminarlas de la faz de la tierra. El historiador José Enrique Ruiz-Doménec, catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona y editor de Historia. National Geographic hace un repaso por las grandes epidemias de los últimos dos mil años y, lo que resulta más interesante, por cómo se transformaron las sociedades a partir "del día después". Desfilan por las página s El Día después de las grandes epidemias (editado por Taurus), la peste bubónica en el siglo VI, la peste negra en el XIV, la peste otra vez en el XVII, la gripe A (subtipo H1N1) en el siglo XX y la covid19 en el XXI. La alta mortalidad en todos estos casos dio lugar a cambios sociales, políticos y culturales de la índole de La Edad Media, la Restauración, La Ilustración o el impulso definitivo a la ciencia.

Pero en cada una de estas catástrofes y "fines" del mundo, coinciden algunas reacciones en los seres humanos: el primer sentimiento casi siempre fue la negación y se relativizó la enfermedad, que terminó propagándose casi siempre por la prioridad de hacer negocios frente a la salud: desde la Ruta de la Seda, pasando por los puertos europeos, los negocios en Europa y en América. Afirma José Enrique Ruiz-Doménec cómo, en la Conquista de este último continente, aunque ya se conocía la necesaria aplicación de la cuarentena para evitar pandemias, tras los estragos de la peste negra, los barcos no la guardaban, ansiosos por empezar a hacer negocios. Así, la viruela sería el verdadero causante de la desaparición, por ejemplo, del imperio Azteca. Tampoco los intereses políticos a la hora de comunicar síntomas y medidas de prevención, así como número de fallecidos, es una característica única de nuestra realidad actual.

En base a este recorrido histórico, que parece concluir en que seguimos sin aprender de las experiencias anteriores, el historiador hace una propuesta de siete aspectos que podrían llevarnos a superar los retos planteados por la epidemia actual: cambio morfológico de la sociedad, porque el consumo no es el camino, con una profunda transformación educativa; elección de líderes preparados, capaces de establecer un orden de prioridades y hacer arbitrajes justos; estimular el espíritu creativo; definir de nuevo el espacio de la comunicación, para que no sea "un estercolero de intereses"; redefinición del valor de la cultura, porque "no todo lo que se vende en el mercado de consumo masivo es cultura"; y entender el poder de la Naturaleza. Depende del humor con el que me levante, diría yo que esto vendría a ser una versión de la utopía a lo siglo XXI. Pero, en esas mañanas en las que todo me parece más brillante de lo normal, mis gafas especiales ven muchos proyectos e intelectuales que están definiendo estos conceptos y propuestas con seriedad y rigor. Igual un futuro mejor sí es posible.