Cuarto capítulo: el primer viaje

Por El Rincón De Ika @rincondeika

El viaje se hizo eterno. En tan sólo dos días había recorrido media España. Barcelona-Santiago de Compostela en autobús, Santiago de Compostela-Madrid en tren y Madrid-Valencia en autobús, de nuevo.

A los 24 años decidí cambiar de Universidad y pedí el traslado del CEU San Pablo en mi ciudad a la Universidad Autónoma de Barcelona. Hasta ese momento todo lo que había empezado lo había acabado.

Desde cuatro años antes compaginaba mis estudios con el trabajo, redactora en un periódico. Eso explicaba que no sacara curso por año y que mi traslado de expediente no pudiera ser directamente al segundo ciclo, puesto que me faltaron dos asignaturas por aprobar para que me saliera redondo el cambio.
Mi hermana había encaminado su vida. Llevaba limpia esos cuatro años, había conocido a su primer marido y esperaba el mejor regalo que jamás me ha dado, una de mis sobrinas, mi caracol.

Sin embargo, yo había desperdiciado demasiado tiempo llorando a un amor que huía de mí hasta el Norte del país. Llegué impura a Barcelona y el resultado no fue el que esperaba, la ilusión que me movía desde que comencé mis estudios superiores. La inmadurez se interpuso en mi camino.

Si hay un adjetivo que va implícito en mí, además del idealismo, es la tozudez.
Era el octavo mes tratando de adaptarme a mi nueva realidad, pero sin soltar la anterior. Unos amigos de Barcelona me insinuaron que les acompañara a Galicia, concretamente Santiago, por un tema laboral y, en un principio, me negué rotundamente, allí vivía mi pasado del que yo también me alejé meses antes a que él abandonara Valencia.

Tan sólo un par de días después tenía el teléfono en mano para pedirle a mi madre ayuda económica para poder realizar el viaje, que se convertiría en otro nuevo punto y aparte en mi recorrido. Una vez más los impulsos marcaban mi empedrado trampolín del romanticismo.

Hacía unos meses que no tenía contacto con aquel segundo, intenso, dulce y doloroso amor. Y sentí, que aquella propuesta para ir a Galicia era una señal que me empujaba a enfrentarme al final o al reencuentro definitivo: durante esos años nos subimos a una noria que agitó nuestros latidos a su antojo.

He pretendido pasar por alto un dato que no puedo dejar atrás. En mi 24 cumpleaños, unos amigos me regalaron un libro llamado Las Nueve Revelaciones. Yo siempre he andado haciéndome preguntas incontestables, buscando el porqué a todo pequeño detalle que nos, o me, rodea. Aquel manuscrito fue un compendio de respuestas que, en aquel momento, tenían la verdad para mí y cuestionaron mi percepción del mundo obligándome a crear, muy gustosamente, una nueva forma de pensar.

Primer cambio de conciencia y forma de entender el todo.
Aquella señal que me empujó a coger un autobús de 12 horas para sorprender a aquel hombre era el resultado de mis nuevas Nueve Revelaciones: todo se mueve por energías que tenemos que interpretar y seguir. Cuánto ha cambiado mi verdad.

En mis viajes largos (os contaré algún otro) cargados de nerviosismo e incertidumbre, he tenido la casualidad o la suerte de encontrar a un gran conversador sentado junto a mí. No dormí más de diez minutos, y tampoco dejé de hablar o escuchar activamente durante menos de 10 de las 12 horas de camino.

Mis amigos catalanes habían cogido un avión, una estudiante viviendo sola no puede permitirse esos lujos. Al llegar a la Praza de Camilo Díaz Baliño, estación de autobuses, me recogieron y comenzó la aventura.

Al final del día había conseguido mi propósito de dejarle atónito, de que me obligara a quedarme en su casa y a dormirme entre sus brazos. Sin embargo, siempre hay un después cuando la sorpresa te empuja a la ilusión. La vuelta a la realidad del día posterior acabó dramatizando el juego y lanzándome a la cafetería de un tren viejo y lento que me devolvía al comienzo de esta historia, eso sí, a nuestro estilo: entre risas, lágrimas, ironías y trampas.

No había pasado un mes cuando sentada en el taburete del pub de unos conocidos en Valencia, y a diez minutos de irme a casa, una ráfaga de aire fresco me obligó a girarme y una entrada, un movimiento, un físico, un relámpago, algo parecido a un imán en forma humana cambiaría, de nuevo, mi vida para siempre. No llegué a casa hasta tres horas más tarde.

Y continuaba engordando mi estilo personal a base de experiencias y decisiones, bien y mal tomadas en cada momento, y cada una ellas con una consecuencia.

Mensaje

Me has devuelto la esperanza.
Has convertido en lirios amapolas.
Has arrojado por tierra mi miseria.

Cuando te hundes en mi cueva
me elevo hasta paisajes desconocidos.
Pintas nuevos horizontes
sobre mi luna oscura.

Tus manos, con vida, no cesan.
Tus ojos, con luz, encienden mi destreza.

Eres el llanto de mi súplica.
Has convertido en realidad promesas incumplidas.
Has abatido mi derrota, un futuro sin fin.

Cuando acaricias mi pasado
me entregas la sonrisa que perdí.
Me descubres, poco a poco,
el verde del color azul.

Tus latidos, agitados, me avivan.
Tu mirada, inanimada, me da paz.
Las olas del mar son tuyas también

(2004, Luluneando)