Cuatro años

Por 1maternidad_diferente

Hace unos días preparaba detalles, ultimaba regalos y sorpresas. Mi pequeño, mi niño, cumplía cuatro años. Ya ha pasado toda la vorágine de la celebración con familiares y amigos, su carita de ilusión al despertarse y saber que era su día especial, el momento de abrir los regalos o los ratitos mágicos decorando sus dos tarta de cumpleaños junto con su hermana pequeña.

Mi pequeño es todo un niño ya, con las ideas muy claras, con la sonrisa siempre apunto, con unos ojos brillantes que me enamoran cada vez que lo miro y me hace sentir orgullosa y feliz de ser la persona con la que él comparte casi todos sus momentos especiales.

Pero, claro, estos días han sido también de mucha reflexión. Su primer cumpleaños claro que fue especial, pero cierto es que era muy pequeño y apenas se daba cuenta de muchas cosas. Su segundo cumpleaños está nebuloso, empañado por las hormonas de mi segundo embarazo (andaba ya por los siete meses). Su tercer cumpleaños quizá fue el de su momento especial con papá, compartiendo felices los dos el momento de su regalo: hacer juntos una tarta de fresa. Y es que el año que nació la hermanita, papá pasó de ser un secundario con importancia creciente, a un auténtico protagonista de nuestra sitcom familiar. Y este cuarto cumpleaños, con la hermanita ya más crecidita, nos ha permitido centrarnos más en él y preparar una celebración más meditada y preparada.

Más que un cumpleaños
Quizás, por eso, ha sido especial el momento de pensar en estos cuatro años de maternidad y paternidad. Porque no solo él ha cumplido cuatro años, sino que mi marido y yo hemos cumplido también cuatro años como padres, un aniversario que tampoco se puede obviar. Y quizá, para mi, lo más importante ha sido echar la vista atrás y ver todo el camino recorrido en estos últimos cuatro años. Contemplar a la mujer que era yo en 2007 y la que soy ahora en 2011 y constatar, con orgullo, que sigo estando en constante evolución... Estos años me han dado estrías, kilos de más, canas y preocupaciones, pero también satisfacciones, alegrías, reflexiones, descubrimiento de profundidades y dobleces en mi personalidad que han aflorado, tomando protagonismo. En resumen, que el cambio ha sido a mejor.

En toda esta reflexión, en todo este camino, la lactancia ha sido como el hilo conductor, la fuerza que me ha ido guiando desde un parto no respetado hacia una maternidad cada día un poco más consciente y, sobre todo, informada, en la que mis decisiones como madre han sido siempre secundadas y apoyadas, porque el empeño de criar a nuestros hijos de una manera "diferente" ha sido consensuado, familiar... porque en esto de la crianza, en nuestra familia, hemos sido Fuenteovejuna.

Álbum familiar
Ahora miro fotos, repaso instantáneas de esos primeros días, y me acosan fantasmas de todas esas cosas que podríamos haber hecho mejor con nuestro primer hijo de haberlo sabido, de todas esas maravillas de las que sí hemos disfrutado en nuestra segunda maternidad/paternidad. ¿Cómo sería mi hijo ahora? ¿Cómo habrían cambiado las cosas? ¿Sería mi hijo diferente? ¿Y yo? ¿Una madre diferente? Al final, después de todo este repaso me queda la seguridad de que siempre querré a mi hijo con locura, tal y como es... Y que todo lo que hemos hecho, lo hemos abordado con el corazón lleno de amor, alegría y optimismo.

Quizá, en el fondo, el poso es de amargura o decepción, por vivir en una sociedad que nos esconde valores de apego en favor de una falsa "independencia" desde el nacimiento, que nos priva de gozar y disfrutar de cada minuto y cada segundo de esos que no vuelven en aras de convertirnos en unidades más productivas del sistema capitalista. Me apena haber tenido que descubrir todo esto siendo ya madre, cuando me hubiera sido mucho más útil haberlo sabido antes. Antes de ser madre, antes de plantearme siquiera la maternidad. ¿Cuánto más útiles serían los cursos de preparación al parto si en lugar de ocuparse de crear mujeres dóciles que no cuestionan los protocolos se ocuparan de dar información veraz, contrastada, real, para que cada mujer/familia puediera tomar sus propias decisiones, no solo con respecto al parto sino a todo lo que viene detrás?

Lactancia no interrumpida
Han sido también días de volver hacia atrás las páginas de mi lactancia. De rememorar unos inicios inciertos, pasando por un par de meses de empoderamiento, hasta llegar a mis inicios en la maternidad diferente de manos de algún libro de cabecera en el tema de lactancia que me abrió las puertas a descubrir otras muchas fuentes de información sobre la maternidad y la lactancia, más allá de las recopilaciones de consejos sin sentido de muchas revistas/catálogos publicitarios del sector maternal.

La lactancia ha sido mi hilo de Ariadna, mi guía en el laberinto de profundidades escondidas durante mucho tiempo, mi camino al empoderamiento como mujer. Pero también mi fuente de reflexión y cavilación. Hoy en día, me siento satisfecha de haber mantenido mi lactancia durante el embarazo y en tándem, pero ahora, cuando mi enana tiene dos años y sigue disfrutando de su tetita a todas horas, no hago sino preguntarme de qué experiencias le privó mi segundo embarazo a la lactancia de mi primogénito. Más dudas, más preguntas. Desde luego, de lo que estoy plenamente convencida es de que su deseo de seguir mamando a pesar del embarazo se aunó con el mío de seguir amamantando. En eso sí que nos pusimos de acuerdo.

Con cuatro años mi hijo mayor sigue lactando. Si cuando saco mi pecho para mi hija de 22 meses ya recibo muchas miradas de sorpresa y reprobación según en qué círculos, cuando lo hago para amamantar a mi hijo de 48 meses (4 años), las reacciones son bastante más extremas. Desde miradas de desaprobación de gente muy cercana hasta familiares que increpan a mi hijo diciéndole que "eso" es una guarrería y que si va a seguir con la teta hasta que se vaya a la mili.


Mi niño parece ser capaz de abstraerse de todo eso y seguir disfrutando de su teti, pero sí es cierto que cada día la pide más en casa y tiende a pedir menos fuera. Quizá porque también me ve a mi más receptiva para dársela cuando estamos en un ambiente íntimo. Por mucho que defienda la lactancia, es tremendamente agotador y cansado hacer de cada tetada un acto de reivindicación, por lo que muchas veces le pido a mi hijo un poco de paciencia hasta llegar a casa y encontrar un momento más calmado y relajado para ambos.

Muchas veces me he planteado a dónde iba este camino, hasta cuándo quería seguir lactando a mi hijo. Pero siempre terminaba pensando que si había respetado su deseo de seguir lactando con mi embarazo y habíamos conseguido capear los momentos más duros del tándem con garbo y salero, por qué terminar la lactancia unilateralmente por razones menos importantes.

Hará un tiempo que le pregunte si con cuatro años seguiría tomando teta y me dijo que no. Pero a medida que se iba acercando el momento, decidió que había "cambiado de opinión" y que iba a seguir tomando teta con cuatro años. Hay días que toma tres o cuatro veces y otros días que ninguna, pero parece que para él la teta sigue siendo refugio, cariño, paz, seguridad, consuelo. ¿Hasta cuándo? De momento, continuará...