Aquí empezó todo.
La espada de Damocles de todo bloguero puede ser el aburrimiento, la desidia, el sentir que ya no se tiene nada que contar o, que lo que se cuenta, poco o nada puede importarle a nadie. Otro enemigo puede ser el temor a la falta de originalidad, a no ofrecer ideas nuevas, a la incertidumbre de escribir sobre lo escrito por otros, con mayor o menor fortuna. De eso no se libra casi nadie y, a no ser que seas un genio en potencia o un descubridor innato, la historia del conocimiento es, en términos generales, una reinterpretación del pasado. Lo que importa es el estilo, la identidad propia con la que se plantean esos conceptos. Pueden ser irónicos, profundos, pedantes (como esta entrada), con sentido del humor, mordaces o cualquier otra forma en la que podamos plasmar nuestra personalidad, nuestra fachada de escritores. Dejad que el ritmo lo imponga tu propio tiempo, tu capacidad de empaparte de información o de prestar atención al mundo que te rodea. Un libro, un anuncio, un recuerdo, una conversación, un artículo de prensa, un conocimiento olvidado en apariencia, una sorpresa, una visita, un encuentro ... Son tantas las ventanas abiertas para recoger los conceptos que nos trae la vida cotidiana, que a buen seguro encontraremos en ellos un motivo para seguir en la brecha. Y toda esta parrafada viene a cuento de mi propia crisis creativa, de justificarme en parte por la, en ocasiones, molesta falta de inspiración. Y es que cuatro años no es nada y es mucho, pero es tiempo suficiente para expresar el cariño que le tengo a este lugar, un espacio impensable en el que he derramado muchas horas de mi vida. Como siempre, eternamente agradecido a vuestro tiempo, el que prestáis de forma generosa e incondicional a esta vuestra casa, La Guarida del Eremita.