Leo en el diario El Correo que cuatro hombres han sido detenidos en las últimas horas en Bilbao por amenazar y maltratar a sus parejas o ex parejas. El dato pone los pelos de punta y constituye una muestra más de la barbarie humana, que se manifiesta en el ejercicio de la violencia del fuerte sobre el débil. Intento ponerme en la piel de estas mujeres e imagino su frustración e impotencia, pero sobre todo siento su miedo, su inseguridad y su vulnerabilidad ante quien debería ser un compañero de viaje y en ningún caso su agresor. El maltrato evidencia que vivimos en una sociedad enferma, en la que la mujer es víctima, por su condición, de abusos incompatibles con su dignidad y sus derechos como personas libres.
Siendo Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno vasco promovimos la apertura de un teléfono de denuncia, en el que las mujeres maltratadas y su entorno podían recibir, además, información, asesoramiento y asistencia legal y psicológica. Tengo la convicción de que las instituciones están concienciadas de la gravedad de esta lacra y hacen todo lo posible por erradicarla, pero el resultado no es tan bueno como cabía esperar. Es necesario ir todavía mucho más allá. Las víctimas de la violencia de género aún se sienten indefensas y es una obligación social ofrecerles cobertura plena en todos los ámbitos.
Las órdenes de alejamiento se incumplen, el chantaje emocional es, por desgracia, una realidad, la dependencia económica planea como una sombra perniciosa y la protección de las hijas e hijos lleva a muchas mujeres a callar y aguntar en silencio. Por ello, resulta clave brindarles atención integral no sólo a partir del maltrato sino con carácter previo y preventivo. Hay que profundizar en el camino recorrido, pero debemos hacer más. La educación en principios y valores de respeto y plena igualdad es, sin duda alguna, fundamental. Ojalá las nuevas generaciones no convivan más con la cultura de dominación del hombre sobre la mujer y más allá del género todas las personas tengamos las mismas oportunidades para estudiar, trabajar, ser independientes y constituir una pareja de seres iguales, superando roles de autoridad y poder, que tanto daño hacen y están en el origen de la violencia de género.