Durante el verano pasado leí tres libros seguidos de José Donoso (Santiago de Chile, 1924-1996); y ya comenté al hacer el balance de fin de año que fue uno de los grandes momentos lectores de 2013. Este verano pensé en repetir la experiencia. Para ello volvía a contar con tres libros más de Donoso en mis cada vez más abultadas montañas de libros inleídos. Durante las últimas navidades, en uno de esos arrebatos que me entran cuando me percato de que he acumulado demasiados libros sin leer, comprados en librerías de segunda mano por poco dinero, acudí a La tarde libros de Malasaña. Allí me deshice de unos doce libro que no pensaba que fuese una buena idea leer y me llevé tres que tal vez sí deseara leer en el futuro, entre ellos había dos libros de José Donoso: Cuatro para Delfina y La desesperanza.
Estoy casi seguro de que el libro que he leído de Cuatro para Delfina es la primera edición de 1982. No puedo comprobarlo porque, precisamente, en la página inicial donde se fecha la edición hay un trozo de papel recortado. Imagino que el antiguo dueño del libro no quería que nadie leyera la dedicatoria de quien le regaló un libro del que acabó por deshacerse (espero, realmente, que en ese trozo de papel recortado no hubiera una dedicatoria del propio Donoso, sufro sólo de pensarlo).
Cuatro para Delfina está formado por cuatro novelas cortas o relatos largos. Recuerdo haber hojeado en la librería Juan Rulfo de Moncloa un volumen de Alfaguara titulado Nueve novelas breves de José Donoso. Ese volumen incluía Cuatro para Delfina, que está dedicado a Delfina Guzmán, quien –según leo en internet- era una amiga del autor.
Sueños de mala muerte abre el volumen y con sus más de ochenta páginas es la novela más larga que nos vamos a encontrar aquí. Casi todos los personajes de Sueños de mala muerte tienen en común el hecho de vivir en la misma pensión, regentada por la señora Panchita. Podríamos ver en esta novela una crítica a la clase media bajo la dictadura de Augusto Pinochet (al que no se nombra nunca en Cuatro para Delfina). Después del sueño socialista de Salvador Allende, la Olga Riquelme (uno de los personajes principales de esta novela) sueña con dejar algún día su vida de pensión y ser propietaria de una casa. Mantiene una relación secreta con Osvaldo, que junto a su padre también es habitante de la pensión. Cuando comienza la historia, Osvaldo va a perder su modesto modo de ganarse la vida; intentar estar a la altura del sueño de propietaria de Olga va a motivar su andadura en el mundo. Al comenzar a trabajar en un cementerio se va a obsesionar con la idea que uno de los mausoleos más elegantes pertenece de algún modo a su familia. Lo que convertirá la idea de una casa en propiedad en la que vivir con Olga en un deseo más morboso. Además de una crítica de costumbres, Sueños de mala muerte tiene más de un elemento grotesco -detalles que en gran parte definen la obra de Donoso-, y la forma de conjugar el movimiento de todos los personajes es más que notable.
En Los habitantes de una ruina inconclusa Donoso hace ahora una crítica de costumbres de la clase alta condenada a la decadencia. El matrimonio maduro formado por Francisco y Blanca ven como una amenaza el edificio que se está construyendo en su apacible barrio de casas bajas con jardín. Desde las ventanas del edificio los futuros inquilinos van a poder asomarse a la intimidad de la pareja. Como en la novela El jardín de al lado, el jardín aquí vuelve a representar el pasado apacible y casi secreto del burgués, con el que el aire de los nuevos tiempos quiere acabar. Como trasfondo de Cuatro para Delfina se encuentra la crisis económica de 1982; lo que hace que en Santiago de Chile aumente el número de mendigos que deambulan por las calles, a los que Francisco y Blanca sienten como una amenaza. Las circunstancias hacen que tengan que relacionarse con uno que no habla en ningún idioma conocido (posiblemente una metáfora de la incomunicación entre clases sociales); la pareja se irá sintiendo cada vez más fascinada por este mendigo misterioso. La trama acaba siendo de corte expresionista, y roza lo fantástico. Hay un recurso estilístico que, igual que ocurría con la metáfora del jardín que nos remite a la novela El jardín de al lado, en esta ocasión nos acerca al expresionismo constructivo de Casa de campo: a veces los personajes se expresan de un modo impropio de su edad, condición o formación, de una forma filosófica y recargada, irreal. “¿No es válido, entonces, mi sentimiento de pequeñez frente a un mundo gobernado por emociones y sentimientos a los que yo jamás he tenido ni tendré acceso, y mi temor, que revivo a través de lo que tú fuiste, repetido en este andariego tan violento…, no es válido, entonces, sentir que no entiendo a veces, y que a veces no estoy segura de nada?”, le dice Blanca a su hijo en la página 107.
El tiempo perdido está narrado, a diferencia de las novelas cortas anteriores, en primera persona, y es posible que sea la novela contenida en este libro en la que Donoso más hable de sí mismo. Un joven estudiante de literatura juega, junto a sus amigos de Santiago, a ser un personaje de Marcel Proust; mientras desprecia a la realidad que le ha tocado vivir y añora el mundo de París, donde, según él, ha de transcurrir el mundo verdadero. El narrador se va a convertir en la envidia de su grupo de amigos cuando reciba una beca para poder viajar en París y terminar allí sus estudios. El tono de esta novela es nostálgico, y está contado desde la madurez: el narrador fue a París y, ni por asomo, pudo encontrarse con el mundo de Proust, mientras trataba de sobrevivir, y se da cuenta de que el mundo de Proust tenía sentido cuando podría recrearlo allá en Santiago con otras personas que también creían en él. Quizás al no haber leído yo En busca del tiempo perdido entero (he leído los dos primeros volúmenes), al principio me perdí un poco en el mundo de referencias literarias de las primeras páginas, pero según avanzaba con esta novela cada vez me iba gustando más, hasta llegar a sus emocionantes últimas páginas. Una novela sobre el desencanto de la juventud que, en algún aspecto, me recordó a las páginas que sobre el mismo tema ha escrito Alfredo Bryce Echenique, aunque posiblemente Donoso muestre aquí más tendencia a la nostalgia triste que al el humor amable de Bryce.
En «Jolie Madame», Donoso vuelve a escribir una crítica de la clase alta chilena; en este caso centrada en tres mujeres ociosas de la burguesía que veranean en un balneario mientras sus maridos resuelven sus negocios en Santiago. Crítica de costumbres, que enfrenta a la burguesía de la doble moral con el aire más libre de los nuevos tiempos, y donde de nuevo aparece la figura del mendigo como elemento perturbador, grotesco. «Jolie Madame» es una novela prolija en diálogos que sirven para mostrar la maldad o la estupidez de sus personajes. Creo que esta última ha sido la que menos me ha gustado de las cuatro novelas que constituyen este libro.
Cuatro para Delfina me ha gustado por la versatilidad de los enfoques que consigue dar Donoso a cada una de las historias que escribe. Son cuatro novelas de muy diferentes tonos, y aún así se aprecia en ellas un universo Donoso muy concreto: la crítica de costumbres, la formación del “yo”, analizado a través de la idea de pertenencia a una clase social, el avance de lo moderno, la decadencia de la alta clase social, y de lo grotesco (que pueden llegar a confundirse). Repetiré lo mismo que ya dije el año pasado: tengo la impresión de que José Donoso se está convirtiendo en uno de los autores más olvidados y menos leídos del boom (es difícil encontrar la mayoría de sus libros en las librerías de primera mano), lo que es una lástima, porque yo considero que es realmente un escritor de primera línea.
Ya estoy leyendo El obscuro pájaro de noche. Ya estoy disfrutando de su gran ambición creativa. El próximo domingo les hablaré de él.