Cuatro Películas para Romper el Muro

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por José Javier Vidal

El muro que, desde niños, empiezan a levantar la familia, la escuela, las amistades, la televisión, la publicidad…y cuyas últimas piedras terminamos por poner nosotros mismos, convencidos de que más allá de él no hay horizontes, no hay caminos, que la única vida posible es esta que nos han enseñado, una vida en la que, creyendo que no hay elección, aceptamos renunciar a nuestra humanidad y convertirnos en simples piezas intercambiables y prescindibles de un engranaje.

Pero hay elección, siempre hay elección. El ser humano está irremisiblemente condenado a elegir. A elegir sobre su vida. Sobre nuestra vida, la vida real y concreta de cada uno de nosotros. Nos lo enseñaron los filósofos. Los últimos, y de manera clara y rotunda, implacable incluso, los existencialistas. Y nos lo recuerdan estas cuatro películas. Son historias que cuentan cómo unos seres humanos despertaron de su adormecimiento y advirtieron que estaban encerrados, atrapados, por un muro, pero descubrieron también que en sus manos, sólo en sus manos, estaba el echarlo abajo.

Vaya por delante que no escribo estas líneas como crítico o entendido en cine. No lo soy. Es un arte que frecuento poco. Lo hago como un simple hombre de mediana edad que, en el ecuador de su vida, también ha despertado de su sueño y, enfrentado con su muro, ha decidido derribarlo. Estas cuatro películas me están ayudando a hacerlo.

“La vida secreta de Walter Mitty”

Es, pienso, la más amable y menos ácida de todas, una de esas películas que dejan un poso de felicidad y buen sabor de boca. Producida, dirigida y protagonizada por Ben Stiller, no habla tanto de muros como de lo que es capaz de hacer un ser humano cuando se desprende de miedos, complejos y oye su voz interior, aunque sea empujado por las circunstancias. Es una frase muy de “coaching” – y detesto el “coaching”, lo he probado -, pero esta película se puede resumir en las famosas palabras de Henry Ford: “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, en ambos casos estás en lo cierto”. O, como me tira más la filosofía, en este pensamiento de Marco Aurelio: “La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos”.

Una buena banda sonora, unos paisajes de extraordinaria belleza y una frase del personaje interpretado por Sean Penn que se me ha quedado grabada: “Lo bello nunca busca llamar la atención”.

“American Beauty”

Dirigida por el británico Sam Mendes y protagonizada por Kevin Spacey, esta película cuenta la desgana y el desaliento que siente un hombre en la cuarentena cuando es consciente del vacío que hay detrás de todo aquello que se suponía, así nos lo enseñan, le iba a hacer feliz: La esposa atractiva, la hija adolescente muy mona, los dos coches, la casa enorme y cara llena de cosas y más cosas aún más enormes y más caras, el empleo fijo en una buena empresa…Nada de eso, sin embargo, lo libra de la “náusea”, como la llamó Sartre. Hastiado, un día el protagonista decide que ya está bien de vivir una vida que no es la suya, que le importan un comino los sofás, las hipotecas y el trabajo y que, a partir de entonces, va a reconstruirse como ser humano y no piensa hacer más que lo que le salga de dentro. Pese a quien pese. Y la lía bien liada…

Voy a confesar algo. La primera vez que vi la película tenía 30 años y no me dijo gran cosa. Todavía me creía, o me esforzaba por creer, que la vida era eso. La segunda, además de parecido desaliento vital, tenía exactamente la edad del protagonista – 42 años – y llevaba en mi empresa el mismo tiempo que él en la suya – 15 años – Imaginaos el “shock”.

El club de la lucha

Vamos ascendiendo en dureza, en corrosión, en amargura. Si la película anterior nos obliga a mirar nuestro vacío interior y enfrentarnos cara a cara con nuestra “náusea”, ésta es todo un manotazo, un auténtico puñetazo, que nos despierta del adormecimiento en el que nos sume el “soma” del consumismo y los clichés de la publicidad. Basada en la novela de Chuck Palahniuk, dirigida por David Fincher y protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton, nos trae la historia de un treintañero al que el mundo de muebles y objetos Ikea y el trabajo de oficina lo llevan a la angustia y la desesperanza. Un extraño personaje que conoce casualmente en un viaje le hace ver una vía de escape. En esta película podemos advertir trazas del existencialismo, el nihilismo, el pensamiento de Nietzsche, Sartre o Camus.

Otra confesión. Confundido por el tráiler, por tópicos y por mis propios prejuicios, pensaba yo que la película no era más que un pretexto para que el guaperas de Brad Pitt luciese palmito repartiendo mamporrazos. Un amigo me sacó de mi error, la vi y descubrí que era pura dinamita. Dinamita como la de Nietzsche.

The Wall

El muro, así, en inglés, como conocemos todos tanto la película como el disco. Alan Parker, el director, y Roger Waters, el músico, nos dejan este alegato claro, directo, inequívoco, sin contemplaciones, contra el muro que, desde que nacemos, van, vamos, levantando en torno a nosotros mismos.

De la película no voy a decir nada. En este mismo blog se ha escrito ya, y mejor de lo que pueda hacerlo yo, de ella. Sólo haré una aportación muy personal. Sin entrar en detalles, he conocido, y sufrido, dentro de mis propias circunstancias vitales, todos los ladrillos o piedras con los que le construyeron a Waters su muro. Todos y uno más del que no se habla en la película: el proceso de deshumanización y despersonalización, de anulación como ser humano, al que se es sometido en la disciplina de empresa, más todavía si esa empresa es un banco. Aun así, se puede romper el muro. Al menos, por dignidad y por respeto a lo que de humanidad todavía llevemos dentro, hay que intentarlo.