Caricaturas: Alen Lauzán
Otro año más de fracasos, promesas incumplidas, mentiras y eufemismos. Como en los años anteriores de “revolución”, para no variar, el castrismo tiene muy pocos resultados positivos que mostrar en 2017, y tendrá que aferrarse a estadísticas abstractas siempre imposibles de comprobar, números absurdos, vagos y vacíos sin marcos de referencia comparativos, reportajes en la prensa oficialista alabando los desastres como si fueran victorias, justificando los fracasos alegando inclemencias de la naturaleza o el “criminal bloqueo imperialista”, y ensalzando al máximo la “visión” de los ciegos que dicen que dirigen el país, cuando en realidad lo único que hacen es hundirlo cada vez más.
A comienzos de este 2017 que termina, exactamente el día 2 de enero, escribíamos en Cubanálisis lo siguiente:
“2016 abandona Cuba con más penas que gloria, y el 2017 no augura nada bueno para el pueblo cubano; lo cual no es noticia, porque desde 1959 hasta la fecha, hace ya cincuenta y ocho años, cada 31 de diciembre los cubanos saben que cada año que termina ha sido malo y el que comienza resultará peor, producto de esa terrible maldición caída sobre nuestra nación y que todavía algunos insisten en llamar la revolución cubana”.
No se trataba de adivinaciones o portentosas anticipaciones brillantes, sino simplemente la constatación de una durísima realidad que ha golpeado a los cubanos durante ya casi sesenta años: porque la llamada revolución castrista es un fracaso absoluto, y nada ni nadie es capaz de evitarlo, porque la miseria y el atraso son condiciones sine qua non, según la mediocre y criminal visión de la dictadura, para lograr mantenerse en el poder.
No han sido capaces de aprender de chinos y vietnamitas, tan comunistas y represores como los castristas, pero con mucho más sentido de la eficiencia y el pragmatismo, porque han comprobado que mientras mejores condiciones de vida material ofrecen a sus ciudadanos mejores ajustes logran en los aparatos de poder y más aseguran el dominio y control de la población, pero sin tener necesidad de llegar a los extremos de matarlos de hambre, como en la llamada revolución cultural de Mao, emulada por Fidel Castro con su “período especial”, ni tampoco hacerles la vida insoportable, como sucede en Cuba diariamente.
Oportunidades desperdiciadas
Raúl Castro tuvo la oportunidad, a partir de agosto del 2006 -hace ya más de once años- de introducir reformas serias en la decadente economía nacional que recibió de su cruel y desalmado hermano, pero después de pequeños aspavientos y un poco de alboroto todo quedó políticamente en una sopa aguada sin sustancia, y ni siquiera sabor.
Lo que el heredero entonces llamó eliminación de prohibiciones absurdas, como impedir que los cubanos pudieran entrar en los hoteles del país, poseer teléfonos celulares, o simplemente comprar computadoras, estuvo mal definido, a propósito, desde el inicio: nunca fueron “prohibiciones absurdas” en abstracto, sino medidas conscientes tomadas por Fidel Castro como parte de su odio cerril contra los cubanos. Herencia espiritual de su padre, soldadito gallego que fue a la Isla a combatir a los mambises que luchaban por la independencia, y que posteriormente regresó a esa Cuba independiente que no había podido impedir, pero esta vez a enriquecerse mediante la explotación de los campesinos y el empleo de los más sucios, bajos, tramposos y delictivos tejemanejes, desde correr las cercas límite de sus propiedades durante la noche, hasta establecer “vales” como fichas de pago a sus empleados, que solamente se podían redimir en los establecimientos de su propiedad.
El “vasito” de leche
Otro fracaso de Raúl Castro, además de la eliminación de una parte de la supuestas “prohibiciones absurdas”, porque no fueron todas las eliminadas, ni mucho menos, hay que verlo en el famoso “vasito de leche” diario prometido a los cubanos en el 2007, lo que sigue siendo una promesa, no solamente incumplida, sino que, además, nunca se podrá cumplir, porque el régimen es incapaz de organizar la producción eficiente de cualquier cosa que fuera; y mucho peor aún, porque mantener la escasez absoluta de productos de primera necesidad es una herramienta castrista de dominación, terror y control, tan efectiva como los mítines de repudio o las “detenciones express” a cargo de la seguridad del estado.
Por eso la producción agropecuaria no levantará vuelo nunca, y tal vez un año mejoran los resultados en algún producto, pero otros se mantienen estancados o retroceden. Y aunque hubiera más leche, frijoles o carne de cerdo, entonces fallarían la refrigeración o el transporte, o el acopio, o envases suficientes. Como la producción de las empresas estatales en esos rubros mencionados al azar es prácticamente irrelevante, las diferencias son abismales con lo que producen los campesinos y usufructuarios, que es lo que llega principalmente a las mesas de los cubanos. Y buena parte del resto son pérdidas irreparables por deterioro físico, envejecimiento, pudrición, o substracción.
La apuesta por el llamado “cuentapropismo” y la entrega de tierras baldías en usufructo, dos pasos que pudieran haber sido muy positivos si se hubieran implementado como correspondería, fueron tarados desde el principio con restricciones políticas, retrancas burocráticas, y excesivos controles, porque los parásitos del régimen, además de resultar absolutamente ineptos y mediocres, han estado siempre mucho más interesados en evitar el “enriquecimiento” de unos pocos cubanos que en preocuparse en mejorar a todos los demás, por lo que están propiciando continuamente el empobrecimiento de casi toda la población, como han hecho siempre.
Por eso, al cabo de casi siete años de estas medidas, tomadas con bombos y platillos, y que desataron las ilusiones y alabanzas extremas de muchos “intelectuales de izquierda” y “amigos de la revolución”, los resultados económicos y productivos siguen siendo limitados y cada vez se recortan más los horizontes a estas variantes de producción que podrían ser de extraordinaria utilidad para los cubanos de a pie… si no existiera el castrismo.
¿Doble moneda o ninguna moneda?
El término “la doble moneda” en realidad es un eufemismo que oculta lo que no es más que una dolarización parcial e incompleta de la economía en un país donde la inmensa mayoría de la población no tiene acceso a esa moneda convertible tan odiada y deseada por los castristas y por todos los comunistas del mundo. Y la eliminación de ese injusto sistema monetario fue otra promesa del general sin batallas desde los primeros momentos en que se hizo cargo del poder hace más de once años, que no solamente no se ha materializado hasta ahora, sino que tampoco hay ninguna perspectiva realista de que se pueda llevar a cabo próximamente de manera organizada y seria, al menos antes de que en febrero Raúl Castro se retire de sus cargos estatales y gubernamentales y se quede dirigiendo el país desde las oficinas del primer secretario del partido comunista.
Aparentemente, los desastres en la contabilidad, las diferentes tasas de cambio entre el dólar y el peso cubano convertible, todas artificiales, y sus equivalencias con el peso cubano “sato”, ese en el que cobran sus salarios la mayoría de los trabajadores estatales, ha imposibilitado avanzar en la eliminación de esa doble moneda.
Sin embargo, a pesar de las evidentes carencias contables, en un país que admite oficialmente lo que llaman “contabilidad no confiable”, eso no impide que cada año, cuando llega la temporada de la cantaleta contra “el criminal bloqueo imperialista” y la resolución de condena en la ONU, se ofrezcan por parte del régimen cifras espeluznantes, hasta de cientos de miles de millones de dólares, que reflejarían, según esa estúpida propaganda, la cantidad de dinero que supuestamente ha costado a la nación cubana el llamado “bloqueo”.
Lo repelente, sin embargo, es que aunque el gobierno no es capaz de llevar una correcta contabilidad de las actividades económicas de una unidad de servicios comunales en un municipio durante un mes cualquiera del año, se ofrezcan cifras globales de costos y perjuicios económicos nacionales durante casi sesenta años de “bloqueo”, y que haya personas en el mundo, incluyendo académicos e “intelectuales” de café con leche, que se crean tales cifras, las acepten sin la sombra de una duda, y las repitan como papagayos, algunos de buena fe, más por incapacidad intelectual que como tontos útiles, y otros llevados por la típica maldad de la izquierda carnicera y el “antiimperialismo consecuente”.
De igual forma así se han creído -o repetido- el sainete de los más de 600 atentados organizados por “el imperialismo” y “la contrarrevolución” contra la vida del “Comandante en Jefe”, lo que representaría nada menos que un promedio de un atentado mensual durante medio siglo.
Inversiones
Por otra parte, hasta no hace tanto nos atiborraron de discursos y promesas de que con la nueva ley de inversiones se resolverían las necesidades de capital del país, que requiere, dice el régimen, entre 2,000 y 2,500 millones de dólares anuales del exterior para poder crecer a un ritmo de entre el 5 y el 7% anual, lo que llevaría a los cubanos a poder disfrutar, aunque quién sabe cuando, del así llamado socialismo próspero y eficiente.
Esto último vendría a resultar algo así como una perfecta entelequia absolutamente utópica, un ápeiron castrista, indefinido, abstracto e inexistente, que solamente cobraría vida en los inefables “lineamientos” del partido comunista cubano y en la prensa oficialista, pero que no se manifiesta o aparece en las mesas de los cubanos a la hora de desayunar, almorzar o cenar, ni tampoco en el transporte que necesitan utilizar para trasladarse diariamente, ni en el vestuario de que disponen, ni en los medicamentos que necesitan, ni en las viviendas donde subsisten, ni en la calidad de los servicios que sufren (ya que sería imposible y cruel hablar de “los servicios de que disfrutan”).
Porque las inversiones reales son muy riesgosas en un país donde no existe separación de poderes de ningún tipo ni un sistema judicial independiente, ni legislación clara y transparente de ningún tipo, y que además atraviesa una aguda crisis económica permanente agudizada por la debacle venezolana, con infinidad de deudas que nunca paga completamente.
Además, teniendo en cuenta que tras la imposición por el presidente Donald Trump de medidas económicas restrictivas contra el régimen, esas pocas probabilidades se han limitado enormemente, y la mayoría de los inversionistas norteamericanos no pueden ver en la isla, como es lógico, un terreno promisorio, habiendo otros tantos lugares, en territorios relativamente cercanos a Cuba, con ambientes positivos para la inversión y muchas mejores condiciones laborales y de infraestructura que en la isla de los hermanos Castro.
Turismo
Donde único el régimen puede mostrar determinados resultados, y siempre discutibles, es en el sector del turismo. Resultados en cuanto a la cantidad de turistas que arriban al país, casi todos visitantes de una sola vez y casi nunca de “high end”, es decir, de elevados gastos, pues tras las desagradables y poco estimulantes experiencias que viven durante un azaroso primer viaje, no les quedan demasiados ánimos ni interés para regresar, a menos que resulten turistas “militantes” políticamente embelesados, de esos que siempre van a regresar, pero tales visitantes, por regla general no gastan demasiado dinero, entre otras razones, porque no tienen demasiado ni para vivir, mucho menos para hacer turismo.
Sin embargo, siempre vemos en las publicaciones del régimen cifras positivas de la cantidad de turistas que arriban al país, y récords que se rompen continuamente, como si fueran autos o camiones de la era soviética.
Pero nunca aparecen cifras sobre ingreso neto global del sector o de ingreso neto por turista; siendo así, entonces no importa cuánto pague un turista por una cena en un restaurant estatal o por una habitación en un hotel del régimen, si una parte de lo que come hay necesidad de importarlo, así como parte de la lencería, mobiliario y otros recursos que se utilizan en los hoteles, porque el país no los produce o son de muy poca calidad.
Y junto a esa desinformación mal intencionada, el país está sometido a incesante propaganda y homenajes al difunto comandante invencible sin victorias. Los días más recientes han estado atiborrados ad nauseam de recordatorios al tirano, desfiles, discursos, reportajes en la prensa, radio y televisión, y cuanta babosada estuviera disponible para resaltar la figura del máximo culpable de la gran tragedia y desolación de la nación cubana.
Manipulación de las estadísticas
El informe anual 2017 sobre Cuba de la agencia de calificación de créditos Moody’s, que se acaba de dar a conocer, evalúa el perfil crediticio cubano como Caa2, lo que indica que se trata de un país con una situación económica difícil que representa riesgos crediticios muy elevados y que enfrenta importantes desafíos para la concesión de créditos, debido a la disminución de sus perspectivas de crecimiento en la medida en que se han afectado sus relaciones con EEUU. Por si fuera poco, la agencia añade que otros factores que limitan la capacidad crediticia del régimen son su acceso limitado a financiamiento externo, su alta dependencia de importaciones de bienes y, lo que es gravísimo, la falta de transparencia en sus datos.
Quien no conozca demasiado la realidad de esa finca de los hermanos Castro llamada también República de Cuba, versión isleña del Macondo real-maravilloso, podría preguntarse cómo es posible pretender hacer un resumen de la economía del país durante todo un año sin utilizar cifras, como estamos haciendo aquí. Y este análisis lo escribimos antes de conocer el informe 2017 de la prestigiosa agencia crediticia Moody’s.
Pero la explicación es muy sencilla, y cualquiera que esté al tanto de cómo son las cosas en Cuba lo entenderá perfectamente.
Porque las únicas cifras oficiales disponibles son las que elabora y hace públicas el régimen, cuando le parece apropiado hacerlo. De manera que confiarse demasiado en tales cifras es algo demasiado ingenuo para un análisis serio. Por otra parte, si por alguna razón determinada cifra no le conviniera a la dictadura, simplemente no la publica, y si ya hubiera sido publicada anteriormente, pues la modifica. Así de sencillo.
¿Le parece a alguien imposible modificar la cifra de huevos producida en el año, o de toneladas de maíz, o de metros de tela para vestuario, o de construcción de viviendas con medios propios, o de promociones de secundaria básica?
No debe ser nada difícil realizar algo así para una dictadura que, hace muy pocos días, cuando no le convino la cantidad de participantes y votantes válidos en las “elecciones” municipales de noviembre, porque esas “elecciones” habían sido dedicadas “a Fidel”, y como muchos ya no creen los cuentos del régimen, el número de participantes reales fue mucho menor que los que habían aparecido en las anteriores “elecciones” del 2015, manipuló impúdicamente las estadísticas.
Y para eso simplemente se recurrió al proceso de “compatibilizar” las actas electorales, es decir, revisarlas por parte de la Comisión Electoral Nacional (nombrada y controlada por el partido comunista) para “revisarlas”, es decir, alterarlas y ajustarlas a los intereses de ese mismo y único partido existente en el país.
¿Resultado de la “compatibilización”? Pues aparecieron, de la noche a la mañana, nada menos que 300,000 (trescientos mil) votantes que no estaban antes de que se realizara el fraude.
Por si fuera poca la prestidigitación de esta acción, más desvergonzado fue que entre esos trescientos mil nuevos votantes “compatibilizados” no apareció ni una sola y simple boleta en blanco, dañada, mal escrita, anulada, tachada o sencillamente desaparecida: todas, absolutamente todas, sin excepción, trescientas mil boletas, fueron absolutamente válidas, perfectamente marcadas y señaladas como está establecido y “orientado”, y así fueron reconocidas y computadas por la comisión electoral del partido comunista.
Siendo así, ¿alguien necesita cifras estadísticas oficiales y detalladas sobre producción, arribo de turistas, daños provocados por “el criminal bloqueo imperialista”, pasajeros transportados, viviendas reparadas, pacientes ingresados y curados en hospitales, créditos concedidos a la población, o cualquier otro indicador económico, para hacer un balance real y objetivo de la economía castrista durante 2017? ¿De qué serviría disponer de las cifras estadísticas oficiales publicadas por el “Ministerio de la Verdad” castrista, que deja pequeño al de la ficción de Orwell en “1984”?
Quien considere que necesita tales cifras oficiales de las oficinas de estadísticas del régimen para realizar análisis realistas de lo que sucede en la Cuba castrista haría bien en escribir sus cartas a Santa Claus y a Los Reyes Magos con tiempo suficiente para que le puedan llegar los regalos en los días señalados. Y recordar antes de irse a dormir en esos días señalados dejar bajo el arbolito navideño algún pienso disponible para los venados de Santa y los camellos de Gaspar, Melchor y Baltazar.
El próximo show de fin de año
De manera que, siendo así las cosas en la Cuba de los Castro, dentro de pocos días, antes del fin de año, se celebrará otra función del ya viejo y aburrido circo conocido en la isla como Asamblea Nacional del Poder Popular, donde burócratas circunspectos con cargos rimbombantes, e ineptitud manifiesta y reiterada continuamente, expondrán cifras risibles y darán explicaciones absurdas del por qué de los fracasos, además de expresar promesas abstractas y fantasiosas sobre el luminoso futuro que aparecerá en cualquier momento, aunque por ahora se habla de planes hasta el año 2030.
Finalmente, Raúl Castro hará unas conclusiones de la sesión de una Asamblea que en puridad debería realizarlas el Presidente de esa entelequia en cónclave, pero eso es algo que solamente ocurre en los países serios.
En su discurso, que al día siguiente la prensa oficial y los serviles guatacas de turno que tanto abundan calificarán de “histórico” y “trascendente”, el general sin batallas dirá lo que se le ocurra y prometerá lo que le de la gana dentro de su fantasioso autismo político, aunque en realidad eso no importa demasiado, porque la trascendencia de lo que pueda decir no durará más allá del eco de los aplausos que los adláteres presentes en el salón realizarán risueños y con caras de optimismo, aunque siempre sabiendo perfectamente que todo no es más que el mismo cuento de siempre.
Y entonces a esperar a ver lo que pueda suceder en el 2018, porque no parece demasiado probable, dado el estilo de trabajo de la dictadura en su variante neocastrista, aunque es menos esotérico que en la variante fidelista, que Raúl Castro anticipe demasiado en ese discurso sobre lo que podría ocurrir después del próximo mes de febrero, si finalmente es en esa fecha que se producen los movimientos, más que anunciados, supuestos o imaginados.
Porque su poder se basa también en ser el único que conoce cómo serán de verdad las cosas, mientras que el resto de los mortales solo podría enterarse en el último minuto, cuando él considere oportuno dejarles saber.
Siempre bajo su cínico principio y forma de actuar, que repite desde sus tiempos de guerrillero sin combates, de que se debe decir siempre la verdad, pero que no es necesario decir siempre toda la verdad.
Es decir, que va a seguir desinformando y confundiendo todo lo que quiera a quien le desee escuchar, aunque nunca aceptará, en ninguna circunstancia, que actualmente es el nuevo “mentiroso en jefe”.