La jugada ajedrecística del 26 de julio de 1953*
El asalto al cuartel Moncada* no fue más que la plataforma propagandística de Fidel Castro para instalarse en la geografía del país, pues –conociendo su carácter y psicología– debe haber sufrido bastante que en el ámbito universitario su personalidad no haya ayudado a calar en el movimiento estudiantil, liderado en ese entonces por José Antonio Echeverría, quien nunca le dedicó una sonrisa al inferir sus ambiciones políticas y su falta de escrúpulos para usar el medio que fuera necesario con tal de lograr su fin, máxime su fama gansteril, y el haber matado a un rival de las huestes mafiosas que pululaban en la época, el joven Manolo Castro.
Y tan fue así, como para corroborar las sospechas de Echeverría, que Fidel usó el golpe al Moncada –dado su desespero mediático– para relucir en el ámbito nacional . Sacrificó aquellas vidas “inútilmente”, para que su nombre resplandeciera, ya que en La Habana no tenía espacio ni credibilidad. Fidel Castro supo siempre que esa acción sería un fracaso total, y exactamente así fue su plan.
Si todas estas pruebas no fueran suficientes, ¿por qué no regresó en busca de la puerta? ¿Acaso los disparos en aquel amanecer, que se escuchaban en toda la ciudad, no fueron suficientes como para ubicarse? ¿Por qué entonces no fue a otro de los tantos puntos de combates de los planificados? Engañémonos al pensar que Fidel Castro perdió la puerta para entrar al cuartel, y obviemos que sus hombres, que por primera vez visitaban la ciudad, sí la encontraron. Es ridículo escuchar en su propia voz cuando explica que el auto que iba delante dobló, y el de atrás también, solo el suyo continuó.
Así nació la leyenda del Titanic caribeño, y como el ave Fénix, según su planificación, Fidel Castro emergió como gran héroe de aquella traición a sus hombres, de aquel asesinato masivo al que los guió, gracias al poder de convencimiento que siempre poseyó, el mismo con que arrastró a esta nación al precipicio.
Era lógico que Haydee Santamaría se pegara un tiro. ¿Cómo podía vivir con el infinito dolor de saber a su amado hermano traicionado? De alguna manera ella también, con su silencio, participaba de esa deslealtad. Pero el ojo de su hermano, visto sobre una mano, quemaba perenne como el hierro que marca a las reses, y finalmente hizo lo inaplazable, aunque mejor, como Corday a Marat, debió librar a este país de tanto sufrimiento a costa de nada, salvo del hambre y el sacrificio que Fidel obligó a rendirle a varias generaciones.
Como en un juego de ajedrez, Fidel Castro hizo su envite con el ataque al Moncada y pudo avanzar sus piezas. Luego cumplió condena, el mismo tiempo que hoy cumplen triplicado aquellos que se atreven a gritar “Abajo Fidel”. Lo mejor de todo es que la jugada iniciada en aquel “fracasado” asalto, según como se mire porque exactamente así lo planificó Fidel, aún no ha terminado. Nunca quisieron creer en la historia, acomodada, cercenada por más de medio siglo. No les valdría de nada porque, infaliblemente, ella se ocupará de ubicar a cada cual en su lugar. Y ese será el Jaque mate a Fidel Castro y a su élite de secuaces fracasados, que como damas consortes, recibirán el castigo de su propio juego.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Julio de 2014
*Nota de La Editora: Este post fue enviado por Ángel en el mes de julio para ser publicado el 26, pero las circunstancias obligaron a posponerlo.
* Nota de la Editora: Hoy se conmemora un nuevo aniversario del asalto al Moncada y con él, el nacimiento de una leyenda que debe ser desmontada, por eso publico nuevamente este post que escribió Ángel Santiesteban el año pasado en prisión para esta misma fecha.