#Cuba censura el arte, de nuevo

Por Alberto Yoan @albertoyoan

#RestablezcanelIngenio es el hastag que desde dentro y fuera de Cuba mueve las redes sociales a favor de Juan Carlos Cremata, nueva víctima de la censura en mi país. Sí, me parecía mentira la semana pasada cuando leí una entrevista al propio Cremata en El Nuevo Herald, pero sí, aun hay espíritu censor por esos lares, aunque podamos pensar que con los nuevos aires de acercamiento a los vecinos del Norte esa actitud había quedado detrás.

La obra de teatro por la cual han retirado a Cremata de todas las instituciones en Cuba, y por supuesto la han quitado de las tablas solo dos funciones después, es El Rey se muere. No la he visto, pero han logrado con este nuevo acto censor que el mundo entero se interese por una adaptación que pudo haberse quedado en la isla y ahora se abre a las expectativas de muchísima gente.

Para quienes no conocen a Juan Carlos Cremata es un director y guionista, excéntrico como muchos del gremio, su película Viva Cuba (2005) nos arrancó las lágrimas a los cubanos y cubanas acostumbrados a la migración, por necesidad u obligatoria, pero que dejamos la tierra detrás sin haber conocido la mayoría de provincias del país. Ya anteriormente en otra película, NADA, se había acercado a esa realidad de Cuba. Al parecer en las tablas hirió otras sensibilidades que no dejan pasar quienes se creen con el derecho de qué es o no bueno para los cubanos.

En la entrevista a Cremata, así se refería a su censura en Cuba, sí, porque él sigue allá, aunque cualquier otro estuviera ya fuera o barajando la posibilidad de irse, obligado por las circunstancias:

Como un paso errático, medieval, fascista y muy desatinado en estos tiempos. Como un acápite más, en un capítulo, cada vez más extenso, de injusticias y sinrazones que se han cometido especialmente con la cultura y los artistas en este país. Y me vienen a la memoria ahora mismo, casos ya históricos como Lezama Lima, Virgilio Piñera, Gastón Baquero, Celia Cruz, Ernesto Lecuona, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Lydia Cabrera y tantos, tantos otros nombres más contemporáneos, a veces ni siquiera tan grandes, o que medianamente pudieron llegar a ser alguien, de los que hablar en Cuba, oficialmente es a veces “sacrilegio”, pero que todo el pueblo cubano, como todo el mundo, conoce, respeta y adora, en tanto forman parte indisoluble de nuestra cultura, o lo que es decir, de nuestra nación. Otra vez la parametración, la persecución, la limpieza de pensamiento y acción, como si los tiempos pasaran en vano. Aquí nada ha cambiado, al menos en ese sentido. Como una declaración del abuso de poder, el absurdo y la ignominia. Pero, en definitiva, como una muestra más, de la naturaleza de esos seres que amordazan, silencian, prohíben y entorpecen la evolución del pensamiento. Y con ello la vida de una gran mayoría de personas en este país. Como un atropello a la libertad de expresión, a la creación artística y a los derechos más elementales del ser humano.

Poco puedo decir después del propio Cremata al respecto de la censura. Lamentablemente este nuevo episodio de “quitar a alguien del medio”, digámoslo claro, de censura, demuestra que en Cuba seguirán existiendo incomprendidos o personas de mente muy cuadrada como para aceptar críticas a través del arte. Como si el arte no fuera para provocar, para dejarnos inquietos en nuestros asientos bien sea en el cine, el sofá de la casa o en una butaca de un teatro, en cualquier rincón o medio por el que lo disfrutemos. La buena cultura es para entretener, eso también está claro, pero para provocar repito, hacernos pensar y remover nuestra zona de confort. Quien no permita que eso suceda, no le interesa tener el pueblo más culto del mundo.

No a la censura.


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